Viajes a Israel

Huiremos de los típicos circuitos religiosos para darles a conocer tesoros arqueológicos olvidados y excluidos de los circuitos turísticos.

Viajar a Israel no es sólo buscar los orígenes del Cristianismo, visitando lugares emblemáticos del Antiguo y Nuevo Testamento, sino descubrir un país rico en historia y arte.
En nuestros Viajes a Israel visitaremos las faraónicas y majestuosas obras arquitectónicas concebidas por el rey de Herodes “el Grande”: Massada, Herodion, Cesarea...; inexpugnables fortalezas de los Caballeros Cruzados: San Juan de Acre, Belvoir...; impresionantes yacimientos greco-romanos: Escitópolis, Tell Maresha, Bet Guvrin, Sepphoris; ciudades, sinagogas y necrópolis hebreas surgidas en los primeros siglos de nuestra Era: Qasrin, Korazeim, Bet Alfa, Bet She’arim, Kfar Baram…; el magnífico palacio omeya Qasr Hishan; ciudades nabateas perdidas en el desierto del Negev: Mamshit, Avedat, Shivta. Recorreremos Jerusalén, ciudad santa para las tres religiones monoteístas con sus grandes y pequeños tesoros y sus espléndidos museos. Descubriremos estremecedores paisajes en la alta y la baja Galilea, el lago Tiberiades, el fértil valle del río Jordán, el oasis de Jericó, el litoral del mar Muerto, el árido desierto de Judea, el desierto del Negev con su inmenso cráter de Makhtesh, el valle de Timna...
Huiremos de los típicos circuitos religiosos, de los tradicionales “viajes de peregrinación” para darles a conocer tesoros arqueológicos olvidados, excluidos de los circuitos turísticos y desconocidos para el “gran público”, sin olvidar los lugares ligados a la vida de Jesús.

Viajes de Autor a Israel

Interior de los subterraneos de la ciudadela de los Cruzados en Acre (Israel) � Agencia Viajes Pr�ximo Oriente

"Israel: Historia y Arte"

(12 dias / 11 noches)

Tumbas de Absalom y de Beni Hazir en el Valle del Cedrón en Jerusalén – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Jerusalén y Petra"

(8 días / 7 noches)

Lámina con paisaje de la ciudad antigua de Jerusalén.- Agencia Viajes Próximo Oriente

"Israel y Jordania a fondo"

(16 días / 15 noches)

Viajes a Israel con Salidas Regulares

Lámina de la Torre de David en la ciudadela de Jerusalén (Israel) – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Escapada a Jerusalén"

(5 días / 4 noches)

Interior del Cenáculo en Jerusalén (Israel) – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Tierra Santa"

(8 días / 7 noches)

Piedra de la Unción en el Santo Sepulcro de Jerusalén (ISRAEL). – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Israel en ocho días"

(8 días / 7 noches)

Tumba de Zacarías – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Maravillas de Israel"

(9 días / 8 noches)

Viajes a Israel y Jordania con Salidas Regulares

Lámina de la Tumba de la Urna en Petra. – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Jerusalén, Masada y Petra"

(8 días / 7 noches)

Paisaje de la entrada a la ciudad de Nablus. – Viajes Próximo Oriente

"Nabateos y Jerusalén"

(9 días / 8 noches)

Lámina del interior de la Iglesia de Santa Helena en Jerusalén (ISRAEL) – Agencia Viajes Próximo Oriente

"Jerusalén y Jordania"

(10 días / 9 noches)

Lámina de la Puerta de Damasco en las murallas de Jerusalén. – Agencia Viajes Próximo Oriente”

"Israel y Jordania en once días"

(11 días / 10 noches)

Reunión de arabes y al fondo la Tumba de la Urna en Petra– Agencia Viajes Próximo Oriente

"Judíos y Nabateos"

(12 días / 11 noches)

Grandes Viajes a Israel, Jordania y Egipto

Lámina de una iglesia en Jerusalén (Israel). -  Agencia Viajes Próximo Oriente

"Israel, Jordania y El Cairo"

(14 dias / 13 noches)

L�mina de una tumba en Petra -  Agencia Viajes Próximo Oriente

"Jerusalén, Jordania y Egipto"

(16 dias / 15 noches)

Templo semi enterrado por la arena del desierto. - Agencia Viajes Próximo Oriente

"Israel, Jordania y Egipto"

(19 dias / 18 noches)

Nuestros Hoteles

Acre Jerusalén Mar Muerto Tel Aviv Tiberiades



HOTELES EN ACRE

AKKOTEL

Salahuddin Street 1153
Akko Old City, ISRAEL 24112

Tlf.: +04 987 7100

Web: AKKOTEL

Encantador hotel boutique situado dentro de las murallas de Acre. Su buen gusto en la decoración, su tranquilidad, buena situación, la comodidad de sus habitaciones y la amabilidad de su personal nos ha decidido ha utilizarlo en esta ciudad.




HOTELES EN JERUSALéN

The American Colony Hotel

1 Louis Vincent Street, Jerusalén, 97200, ISRAEL.

Tlf.: +972 2 62 79 777

Web: The American Colony Hotel

The American Colony es un precio hotel boutique que ha servido de marco a innumerables películas de época. Ofrece piscina, restaurantes gourmets, encantadores jardines y un centro de fitness moderno, todo ello en un ambiente tranquilo, junto a la ciudad antigua de Jerusalén.

Las habitaciones del hotel, que se distribuyen en 4 edificios, son amplias y están equipadas con aire acondicionado, TV de pantalla plana, con baños modernos y disponen de artículos de aseo. El desayuno buffet y el resto de las comidas se pueden disfrutar en el patio. También hay varios locales de restauración, entre ellos un bar tradicional ubicado en la antigua bodega. Y hay conexión Wi-Fi gratuita en todas las instalaciones.

The American Colony Hotel se halla a 10 minutos a pie de la Puerta de Damasco, en el casco histórico. El tren ligero, situado cerca, comunica con la zona moderna del centro. Hay aparcamiento gratuito en el establecimiento.

King Solomon Hotel

32 King David St., Jerusalem 94101, ISRAEL.

Tlf.: +972 2 56 95 555

Fax: +972 2 62 41 774

Web: King Solomon Hotel

El hotel King Solomon Jerusalén es un extraordinario hotel de 5 estrellas lujo localizado en el centro de Jerusalén. Todos los salones del Rey Salomón son lujosos, grandes y cómodos. Las vistas de los ultimos pisos abarcando desde la Ciudad Vieja y la histórica torre de David en el oeste, al horizonte del mar Muerto y nuevo Jerusalén.

Cuenta con 148 habitaciones y 6 suites, dotadas de todo tipo de comodidades: tienen baño completo, aire acondicionado, TV vía satélite, conexión a Internet, cafetera, secador de pelo, minibar, caja de seguridad, etc. Igualmente dispone de gimnasio, piscina y varios restaurantes.

Jerusalem Hotel

Nablus Road, Jerusalem 19130, ISRAEL.

Tlf.: Tel +972 2 628 3282

Web: Jerusalem Hotel

Este encantado hotel boutique ubicado en una mansión árabe ha sido restaurado manteniendo su encanto original. Situado junto a la ciudad Vieja de Jerusalén, muy cerca de la Puerta de Damasco, permite visitar cómodamente muchos de los lugares emblemáticos de la ciudad. Su cuidado jardín nos permitirá relajarnos después de un cansado recorrido por la ciudad.

Mount Zion Hotel

17 HEBRON ROAD, Jerusalem 93546, ISRAEL.

Tlf.: +972 2 56 89 555

Fax: +972 2 67 31 425

Web: Mount Zion Hotel

El Hotel Monte Zion está situado al SE de la ciudad Vieja, a 15 min. andando de la zona antigua y a 10 min. del centro de Jerusalén, ubicado en un edificio histórico, pero completamente renovado en el año 2007. Cuenta con 130 habitaciones y 15 suites. Todas disponen de caja de seguridad, TV vía satélite, teléfono, aire acondicionado, etc.

Tiene en el vestíbulo unos grandes ventanales que ofrecen preciosas vistas de Jerusalén y además dispone de una agradable terraza con vistas a las murallas de la ciudad antigua; piscina olímpica, cafetería, restaurante, servicio de habitaciones, jacuzzi, etc...

Dan Panorama Hotel Jerusalém

39 Keren Hayesod St., Jerusalem 94188, ISRAEL

Tlf.: +972 2 62 32 411

Fax: +972 2 56 95 695

Web: Dan Panorama Hotel Jerusalém

Situado a poca distancia a pie de la Ciudad Vieja, el Dan Panorama, perteneciente a la cadena hotelera Dan Hotels & Resort es un hotel recientemente reformado. Sus 292 habitaciones y suites, elegantes decoradas, están equipadas con TV por cable y aire acondicionado. La mayoría con vistas a Jerusalén y algunas a la Ciudad Vieja. El hotel ofrece gran variedad de instalaciones: terraza y piscina en la azotea y una terraza en verano, gimnasio, tiendas, restaurante de comida israelí e internacianal y aparcamiento en el hotel para sus clientes.

Grand Court Hotel

Saint George nº 15, Jerusalem 91002, ISRAEL

Tlf.: +972 2 59 17 777

Web: Grand Court Hotel

Situado a escasos minutos de la Puerta de Damasco este elegante hotel cuanta con 442 habitaciones y suites, entre ellas 2 suites presidenciales, habitaciones familiares y habitaciones especialmente diseñadas para discapacitados, todas ellas disponen de aire acondicionado. Entre sus instalaciones hay que indicar su piscina en la azotea, con vistas a la ciudad, el jardín en el que se ofrecen desayunos, comidas y bebidas y su aparcamiento gratuito.




HOTELES EN MAR MUERTO

Crowne Plaza Dead Sea Hotel

Ein Bokek, 89630, Dead Sea ISRAEL

Web: Crowne Plaza Dead Sea Hotel

Este lujoso y elegante hotel, a poca distancia de Masada y de las cuevas de Qumran, está situado en la playa del Mar Muerto y dispone de una gran piscina de agua dulce con corrientes internas, que está climatizada durante el invierno. Además, ofrece habitaciones elegantes con vistas al mar y conexión Wi-Fi gratuita en todas las instalaciones. El hotel pone a disposición de sus cliente un spa amplio y lujoso con gimnasio, piscina climatizada con agua salada del mar Muerto, 2 bañeras de hidromasaje, 2 piscinas de azufre, saunas húmedas y secas y 2 duchas a presión. También ofrece una gran variedad de tratamientos y masajes. Todas las habitaciones del hotel están elegantemente decoradas y disponen de aire acondicionado y tetera/cafetera, mini-bar caja fuerte y amplios baños. Algunas incluyen balcón privado. El Dead Sea Hotel tiene un restaurante asiático, kosher y el Sato Bistro. El personal de animación del hotel ofrece un programa variado de actividades, que incluye espectáculos, actuaciones, juegos, talleres...

Le Meridian Dead Sea Hotel

Ein Bokek, 89680, Dead Sea ISRAEL

Web: Le Meridian Dead Sea Hotel

El Meridien Dead Sea Resort and Spa es uno de los más grandes y lujosos hoteles de la orilla occidental del Mar Muerto. El hotel ofrece 578 habitaciones y suites con acceso para personas con discapacidad y todas incluyen juego de café, mini-bar caja fuerte y amplios baños.

Rodeado por montañas y el mar Muerto se encuentra situado a poca distancia de Masada y de las cuevas de Qumran. Ofrece instalaciones impresionantes: un centro médico, cuatro restaurantes temáticos, numerosas piscinas entre las que se incluye una piscina de azufre cubierta, spa, gimnasio, jardines....

Leonardo Dead Sea Hote

Neve Zohar, 86910 Kalia, ISRAEL

Tlf.: +972 8 95 53 333

Fax: +972 8 95 53 350

Web: Leonardo Dead Sea Hote

El Leonardo Hotel Dead Sea ofrece 280 habitaciones y suites con balcón y aire acondicionado. Se encuentra a pocos pasos de la playa. Dispone de un spa y de aparcamiento gratuito. El spa del Hotel Dead Sea ofrece una piscina terapéutica y una variedad de tratamientos de salud, entre ellos servicio de masajes y terapia de belleza. También dispone de un gimnasio. Muchas de las habitaciones del Leonardo cuentan con vistas panorámicas al Mar Muerto. Todas tienen TV y baños privados con secador de pelo. El hotel está en la zona de Neve Zohar, en la costa oeste del mar Muerto, a sólo 2 minutos a pie del museo Beit HaYotser.




HOTELES EN TEL AVIV

Sheraton Tel Aviv Hotel and Towers

115 Hayarkon Street
Tel Aviv, 63573 Israel

Tlf.: +972 3 52 11 111

Web: Sheraton Tel Aviv Hotel and Towers

El hotel Sheraton Tel Aviv esta emplazado junto a la playa y a un paseo marítimo. Tiene una excelente comunicación con la ciudad. Sus multiples habitaciones y suites están equipadas para satisfacer todas las necesidades.

Dan Panorama Tel Aviv Hote

Charles Clore Park, Tel Aviv 68012, Israel

Tlf.: +972 3 51 90 190

Fax: +972 3 51 71 777

Web: Dan Panorama Tel Aviv Hote

El hotel Dan Panorama esta situado junto al mar. Todas sus habitaciones, elegantemente decoradas y equipadas, disponen de balcón con vistas al Mediterráneo. Dispone de una piscina al aire libre (abierta en temporada), de una playa privada enfrente del hotel y un gimnasio. El restaurante está abierto todos los días y sirve una gran variedad de platos mediterráneos e israelíes.

Hotel Grand Beach

Hayarkon nº 250, Tel Aviv 63113, Israel

Tlf.: +972 3 54 33 333

Web: Hotel Grand Beach

El Grand Beach Hotel está a sólo 3 minutos a pie de la playa. Cuenta con 212 habitaciones bien equipadas con conexión Wi-Fi gratuita. Dispone de una piscina en la azotea con excelentes vistas de Tel Aviv. Todas sus habitaciones han sido completamente reformadas y disponen de aire acondicionado, TV LCD, nevera y caja fuerte.




HOTELES EN TIBERIADES

Scots Hotel

1 Gdud Barak Street, Andrew's Galilee
PO Box 104, Tiberias 14100, Israel

Web: Scots Hotel

Encantador hotel boutique, ubicado en el que fué el primer hospital en Tiberiades, construido en el s. XIX por el Dr. David Watt Torrance. Hoy en día constituye un remanso de paz y tranquilidad junto al "Mar de Galilea", su decoración combina el caracter histórico del edificio con la elegancia requerida por un hotel de 5 estrellas. El confor de sus habitaciones, sus cuidadas instalaciones: jardines, terrazas, spa, piscina..., su excelente buffet y la amabilidad de su personal nos obliga a tomarlo como referencia en Tiberiades.

Rimonim Galei Kinnereth Hotel

1 Eliezer Kaplan Street, Tiberias, Israel

Tlf.: +972 4 67 28 888

Fax: +972 4 67 90 260

Web: Rimonim Galei Kinnereth Hotel

Situado en Tiberíades, junto al Mar de Galiea, se encuentra este lujoso hotel rodeado de cuidados jardines y hermosas vistas. Sus 120 habitaciones y suites estan elegantemente decoradas y disponen de todos los adcesorios de un hotel de lujo.

El hotel dispone de un gran centro de spa que incluye diversas piscinas y numerosas salas que ofrecen una amplia gama de tratamientos: masajes, sauna seca y húmeda, gimnasio, hammam y piscina al aire libre. El hotel dispone de restaurante con cocina israelí e internacional, bar y zona de juegos infantil.

Leonardo Club Hotel Tiberia

Habanim St., Tiberias 14201, Israel

Tlf.: +972 4 67 14 444

Fax: +972 4 67 22 111

Web: Leonardo Club Hotel Tiberia

Este hotel perteneciente a la cadena hotelera "Leonardo Hotels" está situado en el centro de la ciudad. Se encuentra junto al paseo marítimo, rodeado de restaurantes, cafés y tiendas. Las 400 habitaciones y suites cuentan con un pequeño balcón, y la mayoría de ellas, con vistas al Mar de Galilea. El hotel cuenta con instalaciones de spa con tratamientos de masaje, saunas y una piscina exterior (climatizada en invierno).

Datos del País




CIUDADES DE ISRAEL

ACRE (Akko)

Importante enclave comercial desde la Antigüedad, fue codiciado por todos los grandes reinos e imperios de la Antigüedad; egipcios, israelíes, asirios, persas, seléucidas, romanos, bizantinos la conquistaron. En el año 636 los omeyas tomaron el puerto y lo nombraron «Akka», nombre que perduró hasta la llegada de los cruzados en el 1104, que dirigidos por Balduino I, conquistaron la ciudad y la llamaron “San Juan de Acre”. En 1187 el gran Salah ad-Din (Saladino) tomó Acre, y cuatro años después los Cruzados se hacían nuevamente con ella, convirtiéndola en capital del Reino Latino de Jerusalén, sede central de los Caballeros Cruzados e importantísimo puerto comercial.
Los cruzados La fortificaron y embellecieron, y surgieron diferentes barrios con personalidad propia para albergar, unos a los Caballeros de las Ordenes Militares y otros, a los comerciantes de las Repúblicas de Génova, Venecia, Pisa y Amalfi. Todo ello se truncó cuando en el año 1291 fue conquistada definitivamente por los mamelucos, cuyo sultán Baybars decidió arrasarla en su totalidad, perviviendo únicamente imponente la ciudad subterránea de los cruzados y Burdj el-Sultán.
En el siglo XVIII revivió de sus cenizas gracias a dos singulares figuras: Dahir al-Omar y Ahmad «al-Jazzar», «El Carnicero», que emprendieron la tarea de reconstruir sus barrios y levantar fortificaciones. Ahmed Al-Jazzar, famoso por su ferocidad, financió refinadas obras arquitectónica, entre las que se hallan los baños en la ciudad, el Hammam al-Pasha y la bella Mezquita Blanca, construida sobre los cimientos de la iglesia cruzada de la Santa Cruz, que se decoró en el estilo puramente geométrico del periodo otomano tardío únicamente alterado por las fajas y los paneles de azulejos con inscripciones. En ella las columnas del peristilo que rodea el patio son columnas romanas, tomadas de las ruinas de Cesárea y Tiro, al igual que los fustes de las columnas que soportaban el mihrab provenía de la puerta herodiana de la ciudad. Esta mezquita es la tercera más grande de todo el territorio israelita y su relevancia es tal que tan sólo es superada en importancia por la mezquita de al-Aqsa, en Jerusalén. En 1799, Ahmed Al-Jazzar con la ayuda de la Armada Británica resistió el asedio de Napoleón y añadió una ancha muralla que rodea la parte norte de la ciudad. En 1840 fue conquistada por el Imperio Otomano, pero su puerto obsoleto y encenagado acabó siendo sustituido por el de Haifa.
La ciudad de Acre, hoy Patrimonio de la Humanidad, es fascinante. En su ciudad vieja aún se aprecian las diferencias arquitectónicas de sus distintos barrios medievales: el barrio veneciano que albergó al gran viajero Marco Polo, en cuya plaza central se encuentra se encuentra el Khan el-Faranj o Posada de los Francos (siglo XIII); el barrio genovés con su impresionante khan el-Umdam o Caravansar de los Pilares (siglos XVIII); el khan el Shawarda, el mayor caravansar de Acre, y su ciudadela y la imponente Ciudad subterránea de los cruzados y Burdj el-Sultan (la única fortificación cruzada que ha llegado hasta nuestros días), y el Hamman al Pasha y la Mezquita Blanca....

BELÉN

Belén y la Basílica de la Natividad, cuna de la cristiandad, es también uno de los lugares más sagrados para los judíos y además venerado por los musulmanes.
Entre las profecías atribuidas a Miqueas (siglo VIII-VII a. C) hay una que señala a Belén como el lugar de nacimiento del futuro Mesías. En un intento de transformar el carácter sagrado de la cueva donde nació Jesús (ya venerada en el siglo II a.C.), el emperador Adriano consagró el sitio al culto a Adonis. Sin embargo, al hacerlo, terminó indicando el lugar exacto venerado por los primeros cristianos.
En tiempos del Emperador Constantino (325) la reina Helena identifico sin problemas la cueva donde tuvo lugar la natividad de Cristo, sobre la que construyendo la primera Basílica de la Natividad que al parecer constaba una nave central y dos laterales realzadas los magníficos mosaicos en el pavimento y en las paredes. Posteriormente el emperador Justiniano, en el año 590, construyó sobre ella una magnífica iglesia bizantina, cuya estructura original gracias a una serie de circunstancias favorables, ha permanecido intacta, lo que la convierte en una de las Iglesias más antiguas del mundo y la más antigua de Israel. En 614, el rey persa Cosroes II invadió Tierra Santa, devastando prácticamente todos los edificios sagrados que encontró a su paso, sin embargo la Basílica de la Natividad se salvó debido a los relieves que decoran su fachada donde aparecen los Reyes Mayos con vestimenta persa. En el siglo XI los primeros cruzados llevaron a cabo alguna pequeña reconstrucción. La basílica a lo largo de los siglos se ha salvado de las diferentes oleadas de conquistadores musulmanes.
Una vez pasado el atrio, se accede al nártex de la Iglesia de la Natividad a través de una puerta de sólo 1,22 m de alto -recurso utilizado para prevenir la entrada a caballo de los profanadores-. La parte más antigua del edificio es la planta en sí, que contiene restos del mosaico de pavimento de la época de Constantino (siglo IV), con motivos geométricos, así como algunas representaciones de santos pintados en las columnas. El interior consta de cinco naves separadas por cuatro filas de columnas y pilares de mármol amarillo profusamente decorados en una sorprendente mezcla y variedad de estilos, resultado de las contribuciones hechas por los miembros de las diversas doctrinas cristianas durante siglos de peregrinación. En los laterales del coro, situado en el crucero, en el centro de los tres ábsides de la época de Justiniano (siglo VI) hay dos escaleras que conducen a la Cueva de la Natividad, una cripta excavada en la roca con abovedado de mampostería y los muros parcialmente revestidos de mármol. La cueva principal, que forma parte de una red de cuevas naturales usadas como viviendas ya en el s. VI a. C, comunica con otras criptas, una de las cuales está dedicada a las víctimas de Matanza de los Santos Inocentes por parte de Herodes. Continuando por el entramado de cuevas, se llega a la Iglesia de Santa Catalina, edificio construido en el siglo XX sobre los cimientos de un monasterio medieval dedicado a San Jerónimo, del que se conserva el claustro.

CESÁREA (Caesarea Marítima)

En la llanura costera de Sharon se hallan las magníficas ruinas de Cesárea, ciudad portuaria romana, capital bizantina y baluarte de la época de las Cruzadas, fundada por Herodes “el Grande” (37-4 a.C.) al amparo del gran Puerto de Sebastos, el mayor de todo Oriente.
Su origen se remonta siglos atrás. Bajo el dominio persa (586 – 332 a.C.) los fenicios construyeron un asentamiento en la costa, que florecería bajo el periodo helenístico (332-337 a. C). Se menciona por primera vez en los papiros de Zenon (documento fechado en el 259 a.C.) con el nombre de Torre de Estraton. Desde el año 110 a.C. con la desintegración del Imperio Seleúcida, el gobierno de esta zona quedó en manos de la Dinastía Hasmonea. En el año 63 a.C. Oriente fue conquistado por la República Romana, pasando a poder de Herodes “el Grande” el año 37 a.C. Pocos años después el emperador romano Cesar Augusto coronó a Herodes rey de los Judios.
Entre el 22-10 a.C. Herodes construyó una de sus obras arquitectónicas más ambiciosas de todo Israel, la ciudad de Cesarea y su puerto Sebastos (traducción griega de “Augusto”); en honor ambos nombres del emperador Cesar Augusto
Sebastos se convirtió en el mayor puerto del Mediterráneo, superando al del Pireo en Atenas. Fue el primer pues fue el primero en ser enteramente construido en mar abierto, sin el apoyo de bahías que los protegieran. Éstas fueron reemplazadas por dos enormes rompeolas paralelos en la costa orientados al oeste, que fueron construidos con bloques de cemento rellenos de enormes cascotes. El Puerto de Sebastos consistía en una gran dársena dividida en tres secciones: la interna fue construida en parte sobre la anterior instalación helénica y tenía muelles de carga y descarga, así como almacenes; La sección central se abría hacia el sur con una esclusa que regulaba el flujo de agua necesario para limpiar el puerto de escombros; y la sección externa tenía forma de codo dirigido hacia el norte y estaba flanqueada por un imponente faro, diseñado según el de Alejandría (una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo).
Cesarea tenía todas las características de una típica ciudad romana, desde la estructura cuadricular de las calles hasta el eficaz sistema de alcantarillado y las principales edificaciones públicas: teatro, anfiteatro, termas, foro, acueducto… Herodes aplicó en Cesarea los principios de planificación de las ciudades romanas, combinando: funcionalidad y monumentalidad. La ciudad fue reflejo del poder de Roma en el período comprendido entre el final de la República la Época Imperial. Durante el reinado de Herodes la población creció hasta alcanzar 100.000 habitantes, más numerosa aún que la de Jerusalén, y la ciudad alcanzó una extensión aproximada de 65 hectáreas.
Tras su muerte se convirtió en residencia de los procuradores romanos de Judea , entre los que estaba el conocido Poncio Pilatos. Su población incluía a judíos gentiles, pero los conflictos entre ellos fue una de las causas de la Rebelión judia que estalló en el 66 a.C. Cesarea sirvió como base para las legiones romanas que se ocuparon de reprimir la revuelta, al mando de su general, Vespasiano (proclamado años más tarde emperador). La ciudad recibió el estatus de "colonia" y después de la caída y la destrucción de Jerusalén, se convirtió en la ciudad más importante del país.
Cesárea también estuvo ligada a personajes del Nuevo Testamento. Pedro convirtió al centurión Cornelius aquí y también estuvieron en esta ciudad los apóstoles Felipe y, sobre todo, Pablo, que fue encarcelado durante dos años antes de ser enviado a Roma para ser ejecutado. Pero la principal conexión con la nueva religión cristiana es el Padre de la Iglesia que estuvo en activo en la ciudad a mediados del s. III, Orígenes, y Eusebio de Cesárea, el fundador de la historiografía eclesiástica y el obispo de la ciudad en la primera mitad del s. IV. Con el Concilio de Nicea (año 325) se convirtió en uno de los principales centros culturales e intelectuales de Oriente Próximo.
Durante el periodo bizantino la ciudad siguió prosperando; a finales del siglo VI se construyó un muro perimetral, convirtiéndose en la ciudad fortificada más grandel de Israel.
Tras la conquista árabe en el año 640 Cesarea perdió su importancia política y económica y a mayoría de sus ciudadanos abandonaron la ciudad, sólo en el siglo IX, con el desarrollo del comercio marítimo y la recuperación de las ciudades de la costa, fue refortificada.
Revivió temporalmente durante el periodo Cruzado (ss. XII y XIII). En 1101 los cruzados sitiaron y conquistaron por primera vez Cesárea, que había permanecido durante cinco siglos bajo dominio árabe. Eliminaron del puerto la arena que lo había bloqueado durante siglos, construyeron nuevas murallas rodeando la ciudad cruzada, interviniendo personalmente en su construcción el rey Luis IX de Francia. En el año 1256 los mamelucos, dirigidos por el sultán Baybars, reconquistaron la ciudad y la arrasaron, quedando abandonada durante siglos. Sus ruinas se convirtieron en cantera durante siglos para toda la región. En 1837 un terremoto destruyó aún más las ruinas de esta impresionante ciudad. El lugar permaneció desolado hasta finales del siglo XIX, cuando las autoridades otomanas asentaron a refugiados bosnios. La fortaleza de los Cruzados fue renovada y se convirtió en centro administrativo con nuevas casas construidas sobre las ruinas.

JERICÓ (Yeriho)

Jericó situada junto al Mar Muerto en un bello oasis alimentado por numerosos manantiales subterráneos, situada a 258 metros bajo el nivel del mar, está considerada la ciudad más baja del planeta y según algunos la más antigua.
La historia de la ciudad y la construcción de sus primeras murallas a finales del VIII milenio, estuvieron condicionadas por su posición geográfica, al está situada cerca de una de las antiguas rutas comerciales que comunicaban Oriente con el Mediterráneo. Las excavaciones arqueológicas han mostrado que a finales del Neolítico las modestas murallas de la ciudad primitiva fueron reemplazadas por un muro fortificado de unos seis metros de altura.
A comienzo del IV milenio, Jericó fue abandonada por alguna catástrofe y después ocupada por gente de una cultura más primitiva. Dos mil años después, la ciudad sufrió otra calamidad y fue destruida, tras lo cual se construyeron las murallas más impresionantes de su historia pre-israelita, probablemente por los cananeos, cinco o seis siglos antes de que Josué tomara Jericó.
El Antiguo Testamento nos dice que hacia 1200 a.C. Josué destruyó completamente la ciudad. Sus poderosas murallas se derrumbaron al sonido de las trompetas de cuerno de carnero tras la señal del patriarca, por lo que tuvieron que asentarse en la cercana localidad de Caígala. Aunque no se tienen pruebas directas de la destrucción de los muros, el hecho de que Jericó fuera abandonada a finales de la Edad de Hierro, debería bastar para confirmar la descripción bíblica. En cualquier caso, pasaron dos siglos antes de que Jericó fuera ocupada por los Israelitas, que continuaron ampliándola hasta el cautiverio bíblico a principios del s. VI a. C.
Tras el exilio en Babilonia, la antigua Jericó no se volvió a reconstruir. Se eligió una nueva ubicación, en el oasis. A principios del siglo V, Jericó entró a formar parte de la satrapía persa de Judea y después cayó bajo el dominio seléucida y heleno hasta que los asmoneos reconquistaron la región.
Durante el periodo asmoneo y posteriormente, el reinado de Herodes el Grande, las colinas que rodeaban el antiguo asentamiento fueron fortificadas y, en las dos elevaciones conocidas como Tulul el-Alaiq, se construyeron lujosos complejos, usados como palacio de invierno de los reyes de Judea.
Habiendo sido tomada al asalto por Pompeyo en el 60 a.C. pasó a formar parte del Imperio Romano. Durante la Primera Rebelión Judía (66 – 73) Jericó fue destruida por Vespasiano y posteriormente reconstruida por el emperador Adriano. En el s. VIII d. C la ciudad fue conquistada por los musulmanes, dejando los omeyas unos de sus palacios más bellos de todo Oriente (“Qasr al Hisham”).
Permaneció en manos musulmanas hasta la llegada de los Cruzados en 1099. En el 1187, los cruzados vencidos por Salah ad-Din (Saladino) abandonaron la ciudad, quedando a merced de los salteadores del desierto. Y así durante siglos, fue declinando hasta convertirse en un humilde pueblo.

NAZARET

En un fértil valle en las estribaciones de Galilea se halla Nazaret, hoy ciudad grande y bulliciosa donde conviven árabes, judíos y cristianos, pero en tiempos bíblicos, tan solo un pequeño pueblecito donde Jesús pasó su infancia, cuyo nombre no aparece en ninguna crónica de la época.
Hasta el siglo IV, la población de este pueblo era exclusivamente judía, por tanto, fue una secta judeocristiana la que identificó un grupo de cuevas usadas como viviendas durante los siglos I y II como la Sagrada Cueva de la Anunciación y la Casa de María; iniciando el culto a los lugares sagrados mencionados en los Evangelios.
Lo más probable es que este lugar formara parte de una sinagoga-iglesia, reemplazada durante el Imperio Bizantino por una basílica. Sobre la que siglos más tarde, los Caballeros Cruzados construyeron bajo las ordenes de Tancredo, después del año 1099 una gran Catedral de la Anunciación.
Durante el período en el que los Cruzados permanecieron en Tierras Santa, Nazaret, como muchas otras ciudades y pueblos cambiaron a menudo de manos, pasando primero a Salah ad-Din (Saladino) quien arrasó la Catedral de la Anunciación, de la que sólo quedaron como testimonio de su grandeza, cinco bellos capiteles historiados y una efigie de la Santísima Trinidad; y después por el sultán mameluco Baybars, en el 1263.
Hay que esperar al siglo XVII para que los cristianos pudieran reconstruir sus edificios sagrados. A mediados del siglo, los franciscanos construyeron en Nazaret un monasterio y una iglesia sobre los restos de la Catedral de la Asunción. Este complejo fue ampliado a lo largo del siglo XVIII y posteriormente demolido -después de cuatro años de meticulosa investigación arqueológica del sitio- para dejar espacio a la mayor iglesia cristiana de Oriente Medio, la Basílica de la Anunciación.
La imponente Basílica de la Anunciación fue diseñada por el arquitecto italiano Giovanni Muzio y consagrada en e1 año 1968. Consta de dos iglesias superpuestas. El corazón de la Basílica de la Anunciación es la Gruta de la Anunciación, la antigua cueva-vivienda, que los Cruzados convirtieron en una capilla. Es preciso mencionar el laudable espíritu ecuménico mostrado por el gobierno israelí, que subvencionó con dinero público este gran complejo.
En el mismo complejo se halla la pequeña Iglesia de San José, construida sobre un conjunto de habitaciones excavadas en la roca que se han identificado tradicionalmente con el taller de carpintería de san José.
La iiglesia griega ortodoxa de San Gabriel que alberga la denominada “Fuente de la Virgen”, un manantial que los griegos ortodoxos –citando el Evangelio Apócrifo de Santiago- identifican con el lugar de la Anunciación.




DATOS ÚTILES

Agua

  • En las ciudades el agua es limpia, no obstante se recomienda beber siempre agua embotellada.

Salud

  • No se exige ninguna vacuna a los ciudadanos españoles.
  • Aunque no hay que temer riesgos sanitarios, a veces el calor, el cambio de alimentación e incluso el contraste de temperaturas pueden producir trastornos intestinales, por lo que es conveniente llevar un antidiarreico.
  • Se aconseja llevar consigo los medicamentos que tome habitualmente. De todas formas, las farmacias son numerosas y los medicamentos están controlados por el Ministerio de la Salud.
  • Para más información visita la pagina del Ministerio de Asuntos Exteriores: www.mae.es

Ropa

  • Se recomienda ropa ligera, en especial de algodón o tejidos naturales y una rebeca para las noches.
  • Siempre hay que llevar calzado cómodo y adecuado para las visitas y excursiones, gorra o sombrero y gafas de sol
  • Si desean bañarse en playas o piscinas es recomendable bañador.
  • Para entrar en todos los lugares religiones se exige una indumentaria DECOROSA, las señoras deberán llevar pañuelo para cubrir la cabeza y los hombros (si van descubiertos) y pantalón o falda larga, y los caballeros, pantalón largo.

Trámites fronterizos

  • Todo viajero deberá presentar su pasaporte y el formulario de entrada para que la policía lo selle. Aquellas personas que no deseen que les sellen el pasaporte, porque piensan viajar a algún país árabe (excepto Egipto y Jordania) que no mantiene relaciones con Israel, deben informarlo a las autoridades aduaneras antes de entregar el documento. Queda a la discreción de las autoridades aceptar tal solicitud.
  • Seguridad: En los puntos de entrada y salida, se realizan controles de seguridad. Rogamos sean pacientes durante los controles. Son para la seguridad propia.

Transporte

  • Transporte desde/hasta el aeropuerto de Ben Gurion
    Aeropuerto Ben Gurion / Tel Aviv
    Autobuses United Tours - Autobús nº 222 con salidas cada 60 minutos (04.00 - 24.00hrs). Paradas: principales hoteles y terminal aérea de El-Al en la calle Arlozorov. Egged: Cada 15 minutos (05.00 - 22.00).
    Aeropuerto Ben Gurion / Jerusalén
    Autobuses Egged - Salidas cada 30 minutos (06.30 - 22.10) Taxis Nesher: Servicio de taxi compartido "sherut" (7 personas). Tarifa fija.
  • Autobuses:
    Existe una compleja red que cubre el total del territorio. Es el medio de transporte más popular y económico. No operan durante el Sabbath.
  • Ferrocarril, La red ferroviaria israelí es limitada. Existen tres líneas:
    Tel Aviv / Nahariya (con paradas en Netanya, Haifa, Acre y otros puntos)
    Tel Aviv / Rehovot (vía Kfar Chabad)
    Tel Aviv / Jerusalén (sobre una antigua red. Bellos parajes).
  • TAXI: Se pueden parar en la calle o pedir el servicio por teléfono. Todos los taxis tienen taxímetro y están obligados a utilizarlo. Existe un servicio especial llamado "sherut" (taxi compartido). Realiza desplazamientos entre las principales ciudades y rutas realizadas por autobuses. Cada pasajero paga un precio fijo.

Teléfono

  • Para llamar a Israel desde España:  00972 + Número de teléfono (suprimiendo el 0 del prefijo de zona)
  • Para llamar a España desde Israel: 0034 + código ciudad + número del abonado.

Corriente eléctrica

  • La corriente eléctrica en Israel es de 220 voltios CA, fase única, 50 Hz. La mayoría de las tomas de corriente en Israel son de tres dientes, pero muchas aceptan también enchufes de dos puntas, tipo europeo. Las afeitadoras eléctricas, las planchas de viaje y otros aparatos pequeños pueden requerir adaptadores y/o transformadores que se pueden adquirir en Israel.

Diferencia horaria

  • Una hora más que en la península y dos horas más que en el archipiélago canario.

Moneda

  • La moneda en Israel es el Nuevo Shekel (NIS). Cada shekel se divide en 100 agorot. Hay billetes de 20, 50. 100 y 200 shekalim. Monedas por valor de 1 shekel, 5 y 10 shekalim, 10 y 50 agorot. Se puede entrar al país con una cantidad ilimitada de moneda extranjera en efectivo, cheques de viaje.
  • Se puede pagar con Euros. La mayoría de los pagos se pueden realizar en Euros siendo las vueltas en shekalim. Las principales tarjetas de crédito son aceptadas en Israel. En el caso de poseer Visa o Mastercard / Access / Eurocard se podrá retirar dinero en los cajeros automáticos asociados. Al no existir cambio directo en España, recomendamos cambiar todos los shekalim a Euros antes de su salida de Israel.
  • Horario bancario: De Domingo a Jueves de 08.30 a 12.00hrs. Los domingos, martes y jueves, también de 16.00 a 18.00hrs. Viernes y víspera de fiesta de 08.30 a 12.00hrs.
  • Atención: El pago en divisas exime a los turistas del IVA en ciertas compras y servicios.




HISTORIA DE ISRAEL

DE LA EDAD DE PIEDRA A LA EDAD DE HIERRO

Los hombres prehistóricos habitaban Palestina desde tiempos muy remotos, de hecho, los restos humanos más antiguos datan de los albores de la Edad de Piedra, hace aproximadamente 1.400.000 años y pertenecen al Homo Erectus, el primer homínido que empezó a trasladarse desde el este y la parte central de África hace unos 2.000.000 de años para iniciar la colonización humana de la Tierra. En ese tiempo, los hombres cazaban y recolectaban frutos silvestres. Vivían principalmente a la orilla de los ríos, que, debido a la significativamente mayor humedad ambiental, eran mayores y más numerosos que en la actualidad, especialmente en aquellas áreas que ahora son desiertos, tales como el Sahara, el Sinaí o las llanuras mesopotámicas.
Para poder apreciar los primeros signos de progreso de los asentamientos más antiguos, es preciso retroceder miles y miles de años: las laderas del Monte Carmelo, Wadi el-Amud y Gebel Qafzeh son tres lugares de Palestina en los que se han encontrado restos de Homo Sapiens Neandertalensis, que se asentó entre la costa sur de Haifa y las costas del Mar de Galilea entre 100.000 y 45.000 años atrás. Mucho más similares a nosotros de lo que se pensaba en el pasado, los neardentalenses de Oriente Medio trabajaban la piedra con una consumada maestría, probablemente desarrollaron un lenguaje rudimentario y comenzaron a manifestar los primeros signos religiosos, como se puede ver en las tumbas adornadas con flores que acogían a sus muertos.
Desde entonces, el género humano ha evolucionado rápidamente, casi con seguridad debido a unas condiciones de vida y un clima más benignos, además de una dieta más completa y regular. Alrededor del año 10.000 a.C., la cultura natufiana, caracterizada por ser la primera que utiliza las cuevas como morada, fue adquiriendo fuerza y en el curso de 2.000 años, la civilización humana dio un gran salto hacia el establecimiento de culturas mejor definidas.
El nacimiento de la agricultura, que tuvo lugar alrededor del 9º milenio a.C. también propició el surgimiento de las civilizaciones urbanas, que se extendieron desde Palestina y, en particular, desde Jericó (la ciudad más antigua del mundo) por todo el Oriente Medio. Una muestra de los grandes pasos dados en este sentido en Jericó es la planta de las casas encontradas en la ciudad. Esta pasó de ser redonda a ser rectangular, como en la gran mayoría de las casas que se construyen actualmente. Si, como muchos creen, es cierto que fueron los propios agricultores, en vez de agricultura, los que se dispersaron, pudríamos suponer que fueron precisamente los antiguos palestinos los que proporcionaron uno de los mas poderosos estímulos para la evolución humana en el 9º milenio a.C.
Los nuevos progresos efectuados entre 4500 y 3200 a.C. marcaron el final de la Edad de Piedra y el comienzo del periodo Calcolítico, es decir, la era de piedra y cobre, que coincidió con la explotación de las ricas minas de cobre en Timna, que los miembros de la cultura de Tell el-Husn pronto alearon con estaño para producir bronce. La fabricación de herramientas, ornamentos y armas, muy probablemente en considerables cantidades desde tiempos muy remotos, supuso un factor decisivo en el desarrollo del comercio. A comienzos de la Edad de Bronce, entre 3300 y 3200 a.C. las diversas culturas que se habían sucedido unas a otras en Palestina durante los milenios precedentes fueron finalmente reemplazadas por las de un inconfundible grupo étnico, los cananeos, infatigables constructores de ciudades fortificadas con murallas megalíticas que protegían las ya anticuas rutas comerciales que unían Egipto con Siria y las llanuras mesopotámicas con el Mediterráneo.
La aparición de ciudades-estado en Mesopotamia y de una monarquía unificada en Egipto, supuso una amenaza para la seguridad de los asentamientos cananeos, que se encontraban entre las dos primeras potencias de aquella época. Alrededor del año 2200 a.C., la población proto-palestina desapareció temporalmente, o quizás disminuyó en número, ya sea por una terrible sequía, ya sea por una invasión de la que no se tengan noticias. Hazor, la principal ciudad cananea, así como el resto de las poblaciones, decayeron y una población más primitiva compuesta por pastores nómadas dedicados a la cría de ganado, se asentó en Palestina durante un par de siglos, después de los cuales, las antiguas ciudades-estado florecieron otra vez.
Los dos milenios que constituyen la Edad de Bronce dieron paso a otras grandes innovaciones en la industria y la agricultura, como la introducción del torno de alfarero y del cultivo de uvas y aceitunas. Ya en el siglo XX a.C., el poder de las ciudades cananeas comenzó a preocupar a Egipto, tal como aparece documentado en los llamados «textos de execración» (XIIª dinastía, 1991 -1786 a.C.), es decir, la lista de ciudades “malditas” por su deslealtad hacia los faraones. Cuatro siglos más larde, Tutmusís III, atraído por su riqueza, conquistó Canaán, que se convirtió en una vasta provincia egipcia. Las ciudades cananeas continuaron siendo tributarias de Egipto hasta el comienzo de un turbulento periodo que trajo dos pueblos a Palestina en busca de nuevos lugares donde asentarse. Un momento del periodo comprendido entre los ss. XXI y XVII a.C., situada entre el mito y la historia, coincide con la llegada de los israelitas, dirigidos por Abraham de Ur, una de las grandes ciudades-estado situada a lo largo del tramo inferior del río Éufrates. Cinco siglos más tarde, llegó el turno de los filisteos, expertos marinos originarios del mar Egeo que se asentaron en el territorio que rodea Gaza e inmediatamente manifestaron su hostilidad hacia los israelíes.
Mientras que, desde el punto de vista industrial, la Edad de Hierro -es decir, la época de los jueces y los patriarcas bíblicos-condujo a la importante innovación consistente en la explotación de este metal, que pudo comenzar con los belicosos hititas, desde un punto de vista estrictamente histórico, esta época marcó el ocaso del poder cananeo y el inicio de una interminable guerra entre las cinco ciudades filisteas (Gaza, Ascalón, Asdod, Ekrón y Gat) y las tribus de Israel, que gradualmente arrebataron todas las poblaciones clave a los cananeos. Para la historia posterior de Palestina y, a largo plazo, del mundo, el más importante de estos dos pueblos invasores fue indudablemente el israelí: estos pastores nómadas, de hecho, fueron los ancestros de Saúl, David y Salomón, los primeros reyes de los hebreos, y, lo que es más importante, sus tradiciones orales son el origen de la obra literaria más famosa y extendida en el mundo, el Antiguo Testamento. Saúl, el primer monarca de Israel, reino que extendió rápidamente, conquistó las poderosas plazas fuertes de Edom, Moah y Ammón y murió hacía 1015 a C, mientras luchaba contra los filisteos. Le sucedió su hijo David (h. 1004 – 965 a.C.), que tomó Jerusalén y extendió su ahora estable dominio por la mayor parte de Palestina, dejando únicamente las plazas fuertes de la costa meridional a los filisteos. Tras la muerte de David, Salomón (965 - 928 a.C.) consolidó la unidad de su reino, fundó el Primer Templo en Jerusalén y fortificó algunas ciudades principales, como Jasor, Meguiddó y Guezer. Pero cuando murió, sus dos hijos compartieron el poder real, iniciando por tanto la denominada "monarquía dividida”, compuesta por el reino de Israel al norte y el de Judá al sur. Esta división dio lugar a una gran inestabilidad y tal como dice el Antiguo Testamento, los reinos sufrieron una serie de derrotas que comenzó con la conquista egipcia de Judá, llevada a cabo por el faraón libio Sesac (Sensock I) en 913 a. C.. Dos siglos después, Samaria (Israel) fue tomada por los asirios, dirigidos por Sargón II, que dispersó las diez tribus septentrionales de Israel, y Judá fue conquistada de nuevo, esta vez por el gobernante neo-asirio Senaquerib. El colapso del vasto imperio asirio en 611 a.C., sin embargo, no supuso la liberación de los subyugados reinos de Israel y Judá, sino un cambio en sus dominadores extranjeros: en tres sucesivas invasiones (605, 597 y 587 a. C.) los babilonios conquistaron Jerusalén, destruyeron el Templo de Salomón y deportaron a Babilonia a prácticamente toda la población de Judá.

PERIODO PERSA (538 - 332 a.C.)

Menos de 50 años después del comienzo del Cautiverio Babilónico, la inestable situación política en Oriente Próximo cambió una vez más cuando la gran Babilonia sucumbió al creciente poder de los persas. El victorioso «rey de reyes», Ciro el Grande, conquistó la ciudad mesopotámica en el 539 a.C. y, en un acto de clemencia que hubiera sido impensable por parte de los implacables gobernantes asirio-babilónicos, dejó a los judíos cautivos libres de volver a Jerusalén para reconstruir su templo. De cualquier forma, el regreso a Palestina, que entre tanto se había convertido en una satrapía del Imperio Persa, fue desbaratado por falta de entendimiento entre los exiliados y la gente que había habitado su tierra durante el «cautiverio», una población mixta compuesta por los judíos que habían escapado a la deportación y los colonos que Nabucodonosor había enviado para ocupar el territorio recién conquistado.
Durante el dominio persa, tuvieron lugar importantes avances materiales y culturales. Hacia el 516 a.C., se finalizó la reconstrucción del templo bajo la supervisión de los profetas Ageo y Zacarías y, a mediados de siglo siguiente, fue efectuada la reedificación de los muros de Jerusalén por parte de Nehemías. Esdras, junto con este último, revisó la codificación del Antiguo Testamento y se instauraron leyes que impedían que los judíos continuaran mezclándose con extranjeros.

PERIODO HELENO (332 - 37 a.C.)

La nueva potencia que destruyó el orden establecido en Palestina llegó del Oeste en 332 a.C.. Tras sitiar Gaza, dominar a los rebeldes samaritanos y conquistar el Imperio Persa, Alejandro Magno también se adueñó de la satrapía de Palestina. Sin embargo, su imperio, aunque vasto, fue muy efímero. Tras la prematura muerte del gran líder macedonio, los territorios conquistados fueron divididos entre sus generales y administradores, los diádocos. Como resultado, Palestina fue asignada a los ptolomeos como parte de la provincia de Siria y Fenicia, mientras que Judea y Jerusalén recibieron un status autónomo bajo el liderazgo del sumo sacerdote del Templo. En Oriente Próximo, el periodo comprendido entre los ss. IV y I a.C., se caracterizó por los avances culturales, así como por la inestabilidad política de los reinos helenos. En 198 a.C., Ptolomeo V Epífanes tuvo que ceder las provincias situadas fuera de Egipto al rey seléucida Antíoco III y el sucesor de este último, Antíoco IV puso fin a la autonomía judía, saqueó el Templo y trató de helenizar la administración religiosa. La dura política cultural seléucida conllevó la fundación de numerosas ciudades y a la helenización de los nombres de las poblaciones semíticas: Akkó (Acre) pasó a llamarse Ptolemaida, Asdod fue «rebautizada» como Azoto y Gaza se denominó Dromo Seleucia. Sin embargo, la presión religiosa que impuso Epífanes desencadenó la sublevación de los macabeos, denominados así por el nombre con que se conocía a su líder, Judas, hijo de Matatías: Macabeo («martillo»). Al acabar el dominio del déspota sirio en 164 a.C., los rebeldes restauraron la primacía de las familias sacerdotales judías en los asuntos religiosos y administrativos. En este periodo, la situación política se complicó con la implicación de Roma, la nueva potencia con la que los nuevos gobernantes judíos hicieron alianzas para debilitar el poder asirio. Los descendientes de Judas Macabeo extendieron el poder del sumo sacerdote, que además de la religiosa, adquirió también autoridad civil. Ello dio lugar al surgimiento de la dinastía asmonea, que pronto hizo importantes conquistas territoriales. Entre 142 y 141 a.C., Jerusalén quedó bajo el completo control de los judíos y se garantizó el acceso directo al mar. En los 70 años siguientes, los asmoneos tomaron posesión de Galilea, TransJordania, Néguev y la línea costera de Gaza. La guerra civil del año 67 a.C. por la sucesión al trono asmoneo provocó la intervención directa de los romanos, que, en 63 a.C., declaró el fin del poder seléucida y creó la provincia de Siria, extendiendo su poder sobre la mayor parte del territorio de la dinastía gobernante y sobre sus miembros. Al no haber podido asegurar el control total de Palestina, los romanos creyeron conveniente que gobernaran en su lugar los descendientes de Herodes Antipas el Idumeo, padre de Herodes el Grande, que probaron ser excelentes aliados durante varias décadas. En 40 a.C., los partos lanzaron un ataque contra el reino asmoneo, forzando al rey Juan Hircano II a exiliarse en Babilonia y a Herodes a huir a Roma, donde fue nombrado rey de Judea. Fortalecido por el apoyo de Roma, en 37 a.C., Herodes reconquistó su país, Samaria y Galilea, consiguió Jerusalén y capturó al último rey asmoneo, Matatías Antígono, que fue condenado a muerte. La ascensión al poder de un rey local que fue, en cualquier caso, un fiel aliado de Roma, prácticamente aseguró a éstos últimos el total dominio de la región palestina.

PERIODO ROMANO (37 a.C. - 324 d.C.)

Aunque la mayor parte de los pueblos que gobernó, nunca lo aceptó completamente, el hecho es que en los nueve siglos desde la división del reino de Israel, Herodes el Grande fue el único monarca no extranjero capaz de unir a los judíos en Palestina bajo una corona. Lo que es más, fue un hábil político que garantizó durante al menos dos décadas, paz y estabilidad, construyendo nuevos puertos y grandiosas obras arquitectónicas, de las que la más importante fue el nuevo templo en Jerusalén, el más majestuoso y el último lugar de culto de los judíos.
En cualquier caso, la unificación de Judea no estaba destinada a sobrevivir a Herodes, ya que sus tres hijos dividieron el reino tras su muerte. Las relaciones entre Arquelao y Augusto no eran tan buenas como habían sido las mantenidas entre el emperador romano y Herodes el Grande, por lo que el etnarca de Samaría, Edom y Judea fue exiliado, dejando Judea bajo el gobierno directo de Roma, que primeramente fue representada por prefectos y después por procuradores. Este periodo de fermento y crisis fue testigo del ministerio de Jesús, que nació durante el mandato de Augusto y fue condenado a crucifixión por el procurador Poncio Pilatos, un oficial del emperador Tiberio.
Desde 37 hasta 41 d.C., Palestina se mantuvo temporalmente unida con el favorito de Calígula y su sucesor, Claudio: Herodes Agripa, que, en los últimos tres años de su reinado, gobernó sabiamente un territorio del mismo tamaño que el que gobernó su abuelo, Herodes el Grande. A pesar de la postura más bien pro-judía de Agripa, la situación en Judea se había ido deteriorando con los años, ya que la gente no sólo tenía que soportar la opresiva política fiscal y cultural de los romanos, sino que también sufrieron la falta de un tejido social homogéneo en su sociedad. Los judíos se dividieron en dos facciones que nunca consiguieron encontrar una línea de acción común y efectiva (el nombre de una de las sectas religiosas de esta época, Sicarii, «asesinos a sueldo» en latín, es una elocuente prueba de la violencia de estos conflictos de aniquilación mutua) y, por tanto, estaban destinados a sufrir una serie de terribles reveses.
En 66 d.C., la imprudente política de los procuradores romanos y la tensión social acabaron por disparar una insurrección en la capital provincial, Cesárea, que rápidamente se extendió al resto de Palestina. Después de varios éxitos iniciales por parte de los judíos rebeldes -incluyendo grandes victorias, tales como la conquista de Masada, la fortaleza de Herodes, por parte de los zelotes- los romanos comenzaron a poner en práctica su arrolladora superioridad estratégica y, en el año 70 d.C., tras la caída de Jerusalén, la población judía pagó un altísimo precio por la Primera Guerra Judía: aquellos que no fueron masacrados, fueron convertidos en esclavos,- el Templo de Herodes fue arrasado, y, al menos formalmente, los judíos fueron expulsados de Jerusalén. Los zelotes que habían ocupado Masada resistieron durante tres años más, pero sólo para escribir la trágica página final de la épica de esta guerra: en el 73 d.C., el sueño de la independencia judía se interrumpió bruscamente con el suicidio colectivo de los habitantes de la fortaleza.
Después de haber abortado esta revuelta, el control romano sobre Jerusalén Judea se hizo más duro y la población disminuyó. AI menos, aunque los judíos habían fracasado en el intento de conseguir sus objetivos políticos su cultura sobrevivió. De hecho, floreció en las ciudades que estaban fuera de Tierra Santa, en las sinagogas y en las nuevas escuelas religiosas, encabezadas por famosos rabinos. Durante el gobierno de Adriano, la situación empeoró. La determinación del emperador de romaniza Palestina a fondo, representada por la construcción de la colonia de Elia Capitolina sobre las ruinas de Jerusalén, alcanzó su punto álgido en 132 d.C., con su decreto que prohibía la circuncisión. Este movimiento, virtualmente hizo estallar la Segunda Guerra Judía, que fue más corta que la primera, pero igualmente dramática para los rebeldes.
Después de tres años de lucha, los líderes espirituales judíos fueron ejecutados, cientos de pueblos fueron destruidos y la población judía de Tierra Santa disminuyó aún más, dejando sitio a otras poblaciones y religiones.
Durante los ss. lll y IV d.C., fue Roma la que tuvo que resistir una invasión de Judea, aunque fue de tipo cultural: en dos siglos, el cristianismo había echado raíces tan profundas que los mismos emperadores romanos toleraron esta nueva religión y Palestina no volvió a ser considerada como una provincia sin importancia, pues se convirtió en Tierra Santa con Constantino el Grande.

PERIODO BIZANTINO (324 - 640 d.C.)

Fuera o no sincera la veneración del emperador romano por los lugares santos de la cristiandad tomó forma concreta en la construcción de muchas basílicas, monasterios y capillas, e hizo aumentar la invasión pacífica de los peregrinos, una de las principales característica del periodo bizantino en Tierra Santa. En los ss. IV y V, que fueron mucho más pacíficos que los dos precedentes, la población cristiana tuvo la libertad de asentarse en Palestina y crecer, tamo que, a principios del s VI, era mayor que las poblaciones pagana y judía. Aunque limitadas a las localidades periféricas, bajo el dominio bizantino, había numerosas comunidades judías que sobrevivieron y que eran relativamente libres de practicar sus ritos religiosos, a pesar de la creciente hostilidad por parte del imperio cristiano. Las restricciones antisemitas impuestas por los gobernadores bizantinos desde finales del s. IV hasta principios del VII, que fueron incluso más extendidas y severas que las impuestas por los antiguos romanos, provocaron tres sublevaciones. La primera implicó a los judíos y fue rápidamente sofocada, las otras dos, iniciadas por los samaritanos, fracasaron igualmente. Sin embarco, estas últimas, que estallaron en 485 y 529 tuvieron la particularidad de involucrar a los futuros conquistadores de Tierra Santa, los persas, que, en 614, acabaron con el dominio bizantino y destruyeron un gran número de lugares sagrados y de ciudades. La brutal dominación del sha persa Khosru II fue efímera, pero también lo fue la reconquista de Jerusalén por parte de Bizancio, llevada a cabo por d emperador Heraclio en 627.

PRIMER PERIODO ARABE (640 - 1099 d.C.)

Inmediatamente después de la muerte del mayor profeta de Alá, Mahoma, los primeros dos calilas que le sucedieron, así como otros califas omeyas, emprendieron una política de conquista de espacio vital para la religión islámica. Se dirigieron al norte y al oeste de su lugar de origen, la Península Arábica, situada por debajo de la línea que conecta Elat, en el Golfo de Aqaba, y Basora, en la desembocadura de los grandes ríos mesopotámicos. Las ciudades bizantinas cayeron rápidamente una tras otra y los árabes colonizaron con la misma presteza el territorio recién conquistado con el objetivo de prevenir que los gobernantes bizantinos recuperaran sus dominios. Así, en 641, toda Tierra Santa estaba bajo el dominio islámico. Esta invasión inicial se caracterizó por un espíritu de tolerancia que no se ha vuelto a ver nunca más. El calila Ornar fue, obviamente, una persona piadosa y racional, ya que puso mucho cuidado en evitar la destrucción o profanación, concediendo cieno grado de autonomía a los habitantes cristianos y a las escasas comunidades judías que habían sobrevivido al periodo de la persecución y la Diáspora.
Durante este periodo, la tercera gran religión monoteísta -que acababa de surgir en el desierto y fue una mezcla de las tradiciones beduinas, semíticas y judías -penetró en Tierra Santa. A principios del s. VIII, la dinastía omeya situó su centro administrativo en la nueva ciudad de Ramala, pero ya a finales del s. X, la relativa estabilidad y tolerancia, tan características de su gobierno, se acabaron, debido a una serie de invasiones, efectuadas alternativamente por los califas chiitas fatimitas, los ismaelitas qármatas y los bizatinos. La moderación manifestada por los conquistadores árabes desapareció durante el califato de Al-Hakim (1009-1013), periodo en que fueron destruidas muchas iglesias y sinagogas, y se impusieron severas restricciones a los no musulmanes. 70 años más tarde las condiciones de estos “infieles” empeoraron grandemente con la llegada de los selyúcidas y la violenta reacción de Europa no se hizo esperar: el final del s XI fue testigo del primero de muchos intentos -de ocho a diez, según las diversas interpretaciones, y prácticamente lodos ellos infructuosos- por parte de Occidente para recuperar el dominio cristiano de Tierra Santa.

PERIODO DE LAS CRUZADAS (1099 - 1291 d.C.)

La conquista de Jerusalén por parte de los cruzados, con los colores de Godofredo de Bouillón, tuvo lugar el 15 de Julio de 1099 y estuvo marcado por la terrible masacre, tanto de judíos, como de musulmanes y por la deportación de los escasos supervivientes para ser convertidos en esclavos. Una vez que obtuvieron el control de las posiciones claves del territorio, el día de Navidad del año 1100, los vencedores comenzaron a reproducir la organización socio-política de sus países de origen creando vanos principados bajo el dominio -a menudo, meramente nominal- de Jerusalén, la capital santa del reino latino. Amenazado por los turcos Seljúcidas, que, en 1144, reconquistaron el condado septentrional de Edesa, el inestable gobierno cruzado impuesto en Tierra Santa sufrió un severo revés durante la Segunda Cruzada, que fracasó en su miento de conquistar Damasco. En cualquier caso, la tierra bajo gobierno latino permaneció básicamente intacta sólo hasta julio de 1187, en que, en Hattin, situada cerca del Mar de Galilea, el héroe islámico Saladino infligió una humillante derrota a los caballeros europeos, que en octubre, fueron forzados a abandonar Jerusalén y gran parte de lo que había sido territorio cruzado.
A pesar del oscuro final del emperador Federico «Barba Roja», que se ahogó en Cilicia ames de poner pie en Tierra Santa, y la consiguiente retirada del poderoso ejército alemán de la Tercera Cruzada, las restantes fuerzas cristianas lograron hacerse con Acre en 1191. Saladino probó ser un gobernante bastante sabio, pues escogió negociar con los cruzados el derecho de acceso parcial a Jerusalén. Pero la Ciudad Santa (excepto el Monte del Templo), Nazaret y Belén sólo retornaron a manos de los cruzados desde 1228 a 1229, sorprendentemente sin derramamiento de sangre, pues la Sexta Cruzada terminó con un acuerdo diplomático. Por tanto, a pesar de las siguientes derrotas debidas al debilitamiento de los cruzados en Palestina -que estaban inmersos en amargas luchas fraticidas (de forma muy similar a lo que ocurría en sus respectivos países) y fueron incapaces de detener los ataques de los egipcios, que reconquistaron Jerusalén en 1244 (los cristianos consiguieron permanecer en Tierra Santa hasta 1291, en que la caída de Acre y de Atlit, el último baluarte de los cruzados, marcó el final del periodo cruzado).
Aunque los dos siglos de expediciones cristianas contra el creciente poder del Islam sólo dieron como resultado conquistas bastante inestables, la Cuarta Cruzada produjo importantes y duraderos resultados: en 1202-1204, en vez de intentar reconquistar Jerusalén, en un acto de vergonzosa, desenfrenada y oportunista venganza, los ejércitos cristianos atacaron Bizancio y declararon el final del imperio, concluyendo esta gloriosa cruzada con una horrible masacre de griegos cristianos.

PERIODO MAMELUCO (1291 - 1517 d.C.)

Baybars, el sultán de Egipto que ganó la última guerra contra los cruzados, descendía de los soldados turco-eslavos reclutados como esclavos por los ayubíes, que entonces tomaron el poder en Egipto. Los mamelucos, los nuevos señores de Palestina, fieles a sus orígenes como mercenarios, mantuvieron el país bajo un estricto control militar y prestaron escasa atención a su desarrollo. Por canto, la situación era peor que la que había durante el primer periodo de dominación árabe, cuando el comercio local prácticamente había cesado a favor de la agricultura y la cría de ganado. Durante el periodo mameluco, la economía sufrió bajo la gestión de virreyes nombrados por los sultanes de Egipto, personas que, en muchas ocasiones, eran brutales y corruptos, e imponían tasas extremadamente elevadas a cristianos y judíos, que además de esta presión fiscal tenían que soportar grandes injusticias.
Debido a que los puertos que habían sido usados durante siglos por peregrinos y cruzados habían sido destruidos o enterrados por la arena, las comunidades no musulmanas de Tierra Santa se encontraban aisladas. Aunque disfrutaban de una limitada libertad de culto, cayeron en la pobreza y fueron cargados con elevadas tasas. Sin embargo, al igual que los Omeyas y sus sucesores musulmanes, los mamelucos dejaron hermosas obras de arquitectura civil y religiosa en Jerusalén, Ramala, Nablús, Lydda y otras ciudades de Tierra Santa. A principios del s. XVI la solidez de la dinastía empezó a mermar, tanto que terminó con una espantosa hambruna, una plaga de langostas y un catastrófico terremoto.

PERIODO OTOMANO y EDAD MODERNA (1517 - 1917 d.C.)

La nueva potencia en las fronteras septentrionales del sultanato mameluco, el Imperio Otomano, había surgido de las cenizas de Bizancio y los efímeros dominios cristianos y selyúcidas. Se fue expandiendo rápidamente hacia el oeste hasta los Balcanes y al este hacia Mesopotamia. En 1516, las dos potencias chocaron en la frontera norte de Siria y los mamelucos se vieron obligados a ceder Tierra Santa a los otomanos.
Suleimán el Magnífico, el sucesor del victorioso sultán otomano Selim I, al centrarse en el desarrollo económico, que, según hemos visto, sus predecesores prácticamente habían ignorado, inició en 1520 un periodo de gran prosperidad en el país que duró hasta 1566. Lo que es más, la estabilidad de su reinado fue una garantía de seguridad tanto para su gobierno como para sus ciudadanos, algo de lo que el periodo mameluco había carecido completamente. Además de prosperidad y tolerancia religiosa para judíos y cristianos, la «edad de oro» de Suleimán puede ostentar la construcción de las murallas de Jerusalén, que son las que pueden verse en nuestros días, así como un gran número de excepcionales obras arquitectónicas.
Pero este periodo duró sólo 50 años. En las siguientes décadas, y particularmente en el s. XVII, los sucesores de este inteligente soberano fueron incapaces de administrar el territorio y mantenerlo bajo control, debilitaron y dividieron el poder otomano, hicieron que la economía se colapsase otra vez y reanudaron la persecución de las minorías no musulmanas justo cuando se estaban desarrollando completamente. Sin embargo, por medio de acuerdos especiales y el pago de elevadas tasas arbitrarias, los cristianos europeos obtuvieron ciertos derechos que les permitieron extender su influencia. De este modo, sin las espadas y los escudos de los cruzados, las órdenes monásticas reemplazaron a los caballeros del pasado y empezaron a competir por el control de diversos lugares santos en Jerusalén y Belén.
En la época en que el mundo occidental estaba entrando en la Edad Moderna, al final de la época de la Ilustración, el poder otomano se revolcaba en corrupción y decadencia. Las relaciones con Europa (que ahora estaba mirando al Cercano Oriente con un interés basado más en motivos políticos, estratégicos y económicos que en la religión) se hicieron más estrechas en 1799, cuando Ahmed Pacha, conocido como Jazzar (o «el carnicero»), consiguieron rechazar a las tropas de Napoleón durante el asedio de Acre, forzándolas a volver a Egipto, donde el futuro emperador había sufrido un año antes una humillante derrota naval en Abukir. Gracias a los privilegios que el pachá de Egipto, Mohammed Alí, había concedido a los consulados extranjeros, los estudiosos y los exploradores de aquel tiempo, la penetración occidental en Palestina logró establecerse en términos diplomáticos a mediados del s. XIX, de forma que las naciones involucradas (principalmente, Rusia, Alemania y Francia) pudieron ofrecer protección a las diversas minorías religiosas y étnicas. Dado el ineludible declive del Imperio Otomano, la carrera por la supremacía europea en Oriente Próximo pronto se convirtió en una especie de semi-colonialismo y, en 1869, la inauguración del Canal de Suez sirvió para acelerar este proceso, al aumentar la competitividad entre las naciones europeas.
La Primera Guerra Mundial marcó el final del Imperio de la Sublime Puerta. Los británicos consiguieron el control de Palestina, ocupando Jerusalén en 1917 y obteniendo en 1918 el mandato para gobernar el país, que expiró 30 años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Las actividades de las organizaciones sionistas, que ya en el s. XIX habían hecho un llamamiento pidiendo un estado judío libre e independiente en Tierra Santa, conllevaron la compra de tierras a partir de 1901. En la época en que expiró el mandato británico, esas parcelas se habían convertido en un vasto territorio ya adquirido y colonizado (o a punto de serlo) por miles de pioneros judíos que habían llegado de todo el mundo para crear lo que en 1948 se convirtió en el estado de Israel. Como todos sabemos, el precio pagado por el desarrollo de la nueva nación fue bastante alto, tanto para los judíos como para los musulmanes: las guerras árabe-israelíes, el terrorismo y el estado de tensión que persiste hasta la actualidad. A los ojos de los observadores externos, el propio carácter sagrado de Tierra Santa parece estar en peligro debido a las violentas reacciones de los dos contendientes en esta disputa. En cualquier caso, esta cruel realidad no debe encubrir el portento y la belleza del hecho de que el sueño que un pueblo ha alimentado durante veinte siglos finalmente se ha hecho realidad en una tierra que, por esta misma razón, puede ser considerada santa por encima y más allá de cualquier connotación religiosa.




YACIMIENTOS ARQUEOLóGICOS

BET GUVRIN (Eleutheropolis)

Bet Guvrin surgió tras la destrucción de la carcana Marecha, conviertiéndose en el asentamiento más importante en la zona. Bet Guvrin es mencionada por primera vez por Flavio Josefo en el año 68 d.C., como una de las ciudades conquistadas para Roma por el general de Vespasiano. Durante el periodo romano, fue una importante ciudad en la carretera que unía Jerusalén y Ascalón. Después de la destrucción del Segundo Templo continuó existiendo como un asentamiento judío hasta la rebelión de Bar-Kojba (132-135: En el año 200 el emparador Septimio Severo cambió su nombre a “Eleutheropolis” “ciudad de los hombare libres) y le otorgó estatus municipal. Dos acueductos aseguraban el abastecimiento de agua, Cinco carreteras llegaban a la ciudad desde distintas direcciónes. Contaba con residencias, un teatro y edificios públicos. El asentamiento judío fue rehabilitado y en los siglos III y IV, Bet-Guvrin aparece mencionado en el Talmud y los Midrashim -Comentarios sobre las Escrituras-. Llegó a ser la capital de Palestina Tertia en tiempos de Teodosio. Este distrito se extendía desde las costas del Mar Muerto hasta la zona costera detrás de Gaza y era la más grande jamás creada en la región.
Bet Guvrin pronto se convirtió al cristianismo y continuó prosperando en la época bizantina, hasta que fue conquistada por los omeyas en el siglo VII, en que se la conocía por Bet Gibrin, una corrupción del nombre que tenía antiguamente y que los cruzados volvieron a desvirtuar, llamándola Bet Giblin (o Gibelin).
Durante el periodo de las Cruzadas fue una pequeña ciudad fortificada; fortificación llevada a cabo por Foulques de Anjou, que tan solo ocupaba el 15% de la superficie de la antigua ciudad bizantina. Fue destruida por los mamelucos en 1244 y reconstruido por los otomanos tres siglos después.
Lo más llamativo de este recinto arqueológico son las llamadas “cuevas acampanadas”, canteras de creta (caliza terrosa de color blanco) explotadas desde el periodo bizantino hasta el siglo X. Unas ochocientas cuevas con forma de campana, de distintas dimensiones, algunas, algunas ciertamente impresionantes se halllan en en subsuelo de Bet Govrin. Sobre origen y función han surgido diferentes teorías. En el pasado se pensaba que eran graneros, cisternas o viviendas, pero los estudiosos actuales tienden a pensar que eran canteras de creta excavadas entre los siglos IV al Vll. De hecho, la configuración de las cuevas es el resultado de la técnica de excavación empleada entonces. Con el fin de mantener la creta lo suficientemente húmeda para poder ser extraída fácilmente, los obreros hacían un agujero redondo de unos tres metros de diámetro en la dura corteza del terreno que cubre los depósitos de creta. Una vez alcanzada la creta, los mineros la cortaban en bloques regulares para sacarlos del agujero. La forma de estas excavaciones era tal que permitía a los obreros explotar los principios estructurales de la cúpula, de forma que era improbable que se produjera un derrumbamiento. Aunque alisadas por la erosión, las paredes de estas 800 cuevas acampanadas aún tienen las marcas de las herramientas usadas en ellas y numerosas inscripciones que muestran que los obreros locales eran cristianos que hablaban árabe. Algunas de ellas se comunicaban porque los mineros a menudo atravesaban las paredes rocosas mientras excavaban.
La creta extraída era calcinada en hornos para fabricar mortero y cemento, sin embargo los arqueólogos han encontrado muy pocas instalaciones de este tipo en la zona de Bet Cuvrin, lo que indica que la creta probablemente era vendida cruda y procesada en otro lugar.

BET SHE'AN (Escitópolis)

En la Baja Galilea, en el valle de Jezrael, se halla la antigua ciudad hebrea de Bet She’arim y su magnífica necrópolis excavada en las laderas su ladera rocosa; un entorno privilegiado.
La ciudad hebrea de Bet She’arim con su fascinante necrópolis floreció tras la eclipse de Jerusalén al convertirse en refugio de los judíos que sobrevivieron a las rebeliones contra Roma (de los años 70 y 137 d.C).
Después de la segunda Rebelión Judia, “Bar Kochba” (132-135 d.C.), el emperador Adriano construyó sobre Jerusalén la ciudad de Elia Capitolina, y los judíos tuvieron prohibida la entrada e igualmente les fue prohibido el derecho a enterrarse en el Monte de los Olivos, lugar sagrado durante generaciones. Fue entonces cuando el Sanedrín (consejo supremo rabínico) eligió Bet She’am como sede y su cementerio local, que desde tiempos de Herodes albergaba a ilustres rabinos, se convirtió en lugar de enterramiento sagrado; piadosos judíos palestinos y de toda la Diáspora decidieron, durantes más de 200 años, ser enterrados allí, surgiendo así una gran necrópolis.
En las laderas de piedra caliza de la colina de Bet She’arin se excavaron numerosas catacumbas cuyos corredores y cámaras funerarias (algunas de más de cuatro metros de altura) albergan cientos de sarcófagos de variados tamaños y decoración, que reflejan la posición social y el lugar de procedencia de sus propietarios. Los profundos pasillos de las catacumbas, excavados en las laderas de piedra caliza de la colina de Bet Shearim y las elevaciones cercanas, están ocupados por cientos de sarcófagos que, en su mayor parte, están intactos, a pesar de la destrucción llevada a cabo por
Aunque las primeras catacumbas eran públicas, la posición social de la mayoría de las personas enterradas en otras zonas de la necrópolis (aquellas que podían pagar el transporte de los cuerpos desde lugares tan distantes y el enterramiento en sí mismo, que eran bastante caros) estaba subrayada por la elegancia de algunos sarcófagos y por la decoración de los muros de las catacumbas: con grandes menorabs esculpidos en la piedra caliza, representaciones del Arca de la Alianza y de objetos de culto tales como el shofar (el cuerno de carnero que conmemora el sacrificio interrumpido de Isaac), así como motivos decorativos tomados de la naturaleza y elementos arquitectónicos todos intercalados en los muros En los sarcófagos se puede ver una gran variedad de símbolos, tanto judíos como romanos, y hay más de 250 inscripciones en griego, hebreo, arameo y palmireño por todo el lugar que dan testimonio de la procedencia de los fieles -desde Yemen o Mesopotamia por ejemplo-.
La preeminencia de Bet She’arin duró hasta mediado del s. IV, cuando en el año 352 el tetrarca bizantino Galo Constancio destruyó la ciudad como castigo por el estallido de una nueva revuelta judía. Esta fecha marca el inicio de su declive, cayendo definitivamente en el olvido durante la época bizantina.

BET SHE'ARIM

En la Baja Galilea, en el valle de Jezrael, se halla la antigua ciudad hebrea de Bet She’arim y su magnífica necrópolis excavada en las laderas su ladera rocosa; un entorno privilegiado.
La ciudad hebrea de Bet She’arim con su fascinante necrópolis floreció tras la eclipse de Jerusalén al convertirse en refugio de los judíos que sobrevivieron a las rebeliones contra Roma (de los años 70 y 137 d.C).
Después de la segunda Rebelión Judia, “Bar Kochba” (132-135 d.C.), el emperador Adriano construyó sobre Jerusalén la ciudad de Elia Capitolina, y los judíos tuvieron prohibida la entrada e igualmente les fue prohibido el derecho a enterrarse en el Monte de los Olivos, lugar sagrado durante generaciones. Fue entonces cuando el Sanedrín (consejo supremo rabínico) eligió Bet She’am como sede y su cementerio local, que desde tiempos de Herodes albergaba a ilustres rabinos, se convirtió en lugar de enterramiento sagrado; piadosos judíos palestinos y de toda la Diáspora decidieron, durantes más de 200 años, ser enterrados allí, surgiendo así una gran necrópolis.
En las laderas de piedra caliza de la colina de Bet She’arin se excavaron numerosas catacumbas cuyos corredores y cámaras funerarias (algunas de más de cuatro metros de altura) albergan cientos de sarcófagos de variados tamaños y decoración, que reflejan la posición social y el lugar de procedencia de sus propietarios. Los profundos pasillos de las catacumbas, excavados en las laderas de piedra caliza de la colina de Bet Shearim y las elevaciones cercanas, están ocupados por cientos de sarcófagos que, en su mayor parte, están intactos, a pesar de la destrucción llevada a cabo por
Aunque las primeras catacumbas eran públicas, la posición social de la mayoría de las personas enterradas en otras zonas de la necrópolis (aquellas que podían pagar el transporte de los cuerpos desde lugares tan distantes y el enterramiento en sí mismo, que eran bastante caros) estaba subrayada por la elegancia de algunos sarcófagos y por la decoración de los muros de las catacumbas: con grandes menorabs esculpidos en la piedra caliza, representaciones del Arca de la Alianza y de objetos de culto tales como el shofar (el cuerno de carnero que conmemora el sacrificio interrumpido de Isaac), así como motivos decorativos tomados de la naturaleza y elementos arquitectónicos todos intercalados en los muros En los sarcófagos se puede ver una gran variedad de símbolos, tanto judíos como romanos, y hay más de 250 inscripciones en griego, hebreo, arameo y palmireño por todo el lugar que dan testimonio de la procedencia de los fieles -desde Yemen o Mesopotamia por ejemplo-.
La preeminencia de Bet She’arin duró hasta mediado del s. IV, cuando en el año 352 el tetrarca bizantino Galo Constancio destruyó la ciudad como castigo por el estallido de una nueva revuelta judia. Esta fecha marca el inicio de su declive, cayendo definitivamente en el olvido durante la época bizantina.

CAFARNAÚN (Kefar Nahum)

Kefar Nahum fue una importante ciudad romana y uno de los lugares del magisterio de Jesús en Galilea. Allí nacieron los apóstoles a Pedro y Andrés, y allí predicó Jesús en numerosas ocasiones. Como estaba situada en la frontera de Galilea, junto a la ruta comercial que unía esta región con Damasco, Cafarnaún contaba con una guarnición militar y una aduana. Tras la Segunda Guerra Judía (135 d.C.) muchos judíos se refugiaron en Galilea, y Cafarnaún prosperó.
La coexistencia entre judíos y romanos estaba basada en la tolerancia y el respeto mutuo, hasta tal punto que, entre los siglos IV y V, los gentiles ayudaron a los judios aconstruir su gran sinagoga. Mientras tanto, los cristianos habían elegido la casa de Pedro como su lugar de culto y habían construido una iglesia en ese lugar. Ambos edificios fueron destruidos en el periodo de la conquista de Palestina por los árabes, en el siglo VII, lo que conllevó el declive de Cafarnaún.
Con la llegada de los cruzados y su especial interés por los lugares con connotaciones religiosas, era obvio su interes por el lugar, pero ante el peligro que suponía su expuesta/vulnerable posición desistieron. Sólo, muchos siglos depues, en 1894, la Custodia Franciscana en Tierra Santa compró el lugar donde estuvo la casa de Pedro y, unos diez años después, inició las excavaciones arqueológicas en la zona (1904). El Padre Orfalí inició las excavaciones en 1921 y, en 1969 las reanudaron los Padres Corbo y Loffreda, cuya exploración de la zona bajo el suelo de la sinagoga sacó a la luz unas antiguas ruinas romanas.Tras su descubrimiento, llegaron a la conclusión de que la sinagoga estaba bajo la que fue reconstruida en el siglo. IV-V.
Al margen de las connotaciones cristianas, la fascinación que ejerce Cafarnaún radica en el recinto arqueológico actual que encierra los restos romano-bizantinos de la antigua Kefar Nahum. en cuya construcción se empleó la piedra da la zona, el basalto. Lugar dominado por una extraordinaria sinagoga del siglo IV, de sillares de piedra caliza, construida con la ayuda de la comunidad cristiana, sobre los cimientos de aquella otra de tiempos romanos que frecuentó Jesús, y por los restos de la basílica bizantina edificada en el siglo V sobre los cimientos que la tradición considera la casa de Simón Pedro;. El interior constaba de dos octógonos concéntricos rodeados por cinco lados por una columnata y tenía varias entradas. Posteriormente, se construyó un pequeño baptisterio a lo largo del muro este. El suelo y la columnata de la iglesia estaban cubiertos de mosaicos, cuyo estilo recuerda al de la Iglesia de la Multiplicación de los Panes y los Peces en Tabga. El mosaico central tiene un pavo real sobre un fondo de motivos geométricos y está bordeado por flores de loto. Las ruinas de la iglesia ahora están protegidas por una original estructura octogonal que el arquitecto lldo Avetta terminó en 1990 con el doble objetivo de preservar los diversos estratos arqueológicos superpuestos y de ofrecer un lugar de culto para el peregrino.

HERODION

El rey de Judea, Herodes “el Grande” (37–4 a.C.) se hizo famoso por las espléndidas y lujosas obras arquitectónicas llevadas a cabo durante su reinado. Sin duda, uno de los proyectos más originales fue grandioso palacio de verano, construido a pocos kilómetros al sur de Jerusalén, llamado Herodion en su honor.
Este magnífico complejo, construido del 23 al 20 a.C., estaba concebido como un palacio fortificado cuya finalidad era también ser el mausoleo del monarca tras su muerte. Flavio Josefo (historiador hebreo) describió con gran detalle la procesión en el funeral de Herodes, sin embargo a pesar de esta descripción y de los estudios arqueológicos llevados a cabo en el lugar, aún no ha sido encontrada.
Este inmenso complejo estaba dividido en dos secciones: el alto Herodion y el bajo Herodion.
El alto Herodion se encuentra en la cima de una colina semiartificial de forma tronco-cónica, a unos 60 metros por encima del campo que le rodea y encerrado en dos murallas circulares concéntricas de 62 metros de diámetro. Los muros estaban dominados por una torre redonda, que los arqueólogos calculan que midió unos 16 m de altura y por tres torres semicirculares más pequeñas que sobresalían de la muralla externa. La colina adquirió su peculiar forma por los escombros resultantes de la excavación de los cimientos y la construcción del palacio, que junto con otros materiales de relleno, se tiró por las laderas para hacerlas más empinadas. El acceso sólo era posible a través de un pasadizo subterráneo abovedado, cuya entrada estaba al pie de la colina. El interior del redondo palacio tenía dos alas: una estaba ocupada por un jardín rodeado de columnas, un verdadero oasis en el desierto, mientras que la otra constaba de lujosos aposentos con elegantes baño en el piso bajo. Los suelos estaban decorados con mosaicos de motivos geométricos y las paredes estaban cubiertas con relieves de estuco pintado. El agua de todo el complejo provenía de grandes cisternas excavadas en la colina.
La parte baja del Herodion era igualmente magnífica, dominada por una gran piscina en el centro, que no sólo se usaba para nadar sino también para pasear con pequeños botes; rodeada por un jardín, baños y almacenes.
Herodes legó Herodion a su hijo Archelaus, que gobernó desde el 4 a. C. al 6 d.C. Cuando Archelaus fue desterrado, Herodion pasó a manos del procurador romano, hasta que fue tomado por los rebeldes judíos tras el estallido en el año 66 d.C. de la Revuelta Judía contra el Imperio Romano. Los zelotes construyeron una sinagoga y baños rituales en el lugar, permaneciendo en el lugar cuatro años, hasta que finalmente fueron derrotados por los romanos y el lugar abandonado.
Una vez más Herodion jugó un importante papel en la Historia. Los judíos liderados por Simon Bar Kochba se alzaron nuevamente ante Roma, estallando la Segunda Rebelión en el año 132, ocupando Herodion. Dentro de la colina semiartificial, los arqueólogos descubrieron un laberinto de pasadizos secretos excavados en la roca por los rebeldes, que incluía parte de las cisternas subterráneas construidas por Herodes, y herramientas, armas y monedas acuñadas durante la revuelta. Sofocada esta en el 135, Herodion nuevamente fue abandonada, permaneciendo así durante cientos de años, hasta que durante el periodo bizantino, una comunidad de monjes eligiera el lugar para instalarse entre los siglos V y el VII, construyendo cuatro iglesias durante este periodo.
En el siglo VII, con la conquista árabe, el lugar fue nuevamente abandonado. Durante siglos se mantuvo olvidado y desértico, hasta que los beduinos en las últimas décadas del siglo XX se asentaron en la zona.

MARESHA

Maresha es mencionada en numerosas ocasiones en el Antiguo Testamento. En el 701 a.C. fue devastada por los asirios, recuperada tras la cautividad en Babilonia. Durante el período persa, después de la destrucción del Primer Templo, Maresha y todo el sur de Judea fue colonizada por los edomitas, que llegaron desde el sudeste. En el siglo IV a.C. los griegos llegaron a Maresha, helenizando la ciudad, convirtiéndose en un importante centro económico.
Durante el periodo helenístico se construyó la ciudad baja y fueron excavadas muchas cuevas. Se convirtió en una importante ciudad que contaba con una importante zona residencial y red de abastecimiento de agua. Bajo cada casa había cisternas de agua o graneros para fabricar y conservar aceite de oliva y almacenar la comida y el vino; y varios columbaria y también grutas mortuorias.
Entre los columbaria destaca especialmente uno situado al oeste de la colina. Es el columbarium mejor diseñado de toda la ciudad y también el de mayor tamaño. Consta de un estrecho corredor excavado en la piedra caliza mediante la misma técnica usada para abrir las cuevas acampanadas, contiene cientos de nichos diminutos que, como su nombre indica, se usaban para criar palomas. Los nichos en los columbaria estaban abiertos en la parte superior de las paredes para evitar que los depredadores capturaran los pájaros. De hecho, esta actividad prosperó en la región hasta el siglo III ó II a.C.; se calcula que hay entre 50.000 y 60.000 nichos en los columbaría de Maresha.
La zona de enterramiento contiene algunas tumbas verdaderamente espectaculares de época helenística, como la Tumba de los Sidonianos y la tumba de los Músicos.
La Tumba de los Sidonianos es la mayor y más ricamente decorada de todas ellas. Consta de una entrada que da acceso a un vestíbulo, flanqueado por tres cámaras mortuorias distribuidas en forma de cruz. A lo largo de las paredes de estas tres cámaras, hay 31 lóculos con una característica forma y, más allá de una entrada columnada coronada por un tímpano en la pared posterior, tres cámaras mortuorias más pequeñas. Lo más interesante de esta tumba son sus pinturas: la entrada a las pequeñas cámaras mortuorias está flanqueada por dos ánforas cinerarias en la parte baja y, encima, por dos águilas en una guirnalda ondulada que decora todo el corredor. Bajo las curvas de la guirnalda, hay una serie de escenas de caza, palmeras y diversos animales salvajes y exóticos, como un elefante y un rinoceronte.
La Tumba de los Músicos es de estructura similar pero más pequeña. Debe su nombre a la alegre pintura de una mujer tocando una lira, precedida de un flautista, ambos vestidos con trajes de brillantes bandas verticales de múltiples colores. Cerca de esta pintura, hay una escena de una fiesta con gente bebiendo, las figuras de un trípode y un kantaron.
Las fuentes históricas y excavaciones evidencian que en 113/112 a.C, Juan Hircano I, conquistó Maresha y convirtió a los habitantes de la ciudad y sus alrededores al judaísmo. La ciudad fue finalmente destruida por los partos en el año 40 a.C.

MASADA

En pleno desierto de Judea y a poca distancia del Mar Muerto, una imponente roca de elevada altitud fue convertida en inexpugnable palacio-fortaleza por Herodes “el Grande”, rey de Judea.
De acuerdo con el relato de Flavio Josefo (Yosef ben Matatiahu) historiador judío del primer siglo, fue Jonatan, Supremo Sacerdote, identificado como el rey hasmoneo Alexander Janeo (103-76 a.C.) quién ordenó la construcción de una fortaleza militar en la cima de una gigantesca roca aislada, prácticamente inexpugnable gracias a sus escarpados laderas.
En el año 40 a.C., Masada tuvo un papel fundamental en la vida de Herodes, que, teniendo que huir del ejército parto, se vio forzado a dejar allí a su familia para que estuviera segura mientras el viajaba a Roma a solicitar ayuda militar. A su regreso, con el propósito de defenderse de una posible rebelión por parte de los judíos o de un ataque de Cleopatra, la reina de Egipto, trasformó este lugar en un complejo y bien fortificado palacio-fortaleza.
Todo el perímetro de la ciudadela fue rodeado por imponentes murallas, que contaba con un gran número de casamatas alternadas con torres y puertas construidas en lugares estratégicos, y se excavaron en la roca canales y grandes cisternas para proveer de agua a la fortaleza. En el extremo septentrional, suspendido en el precipicio, edificó un espléndido Palacio que incluía unos lujosos baños y un vasto complejo de estancias utilizadas para almacenar víveres, vino, armas y objetos de valor. Este suntuoso palacio del Norte, usado para dar banquetes, tenía un claro propósito propagandístico: exhibir el poder y la riqueza del rey Herodes “el Grande”. La residencia real se completaba con el Palacio del Oeste, más funcional, que contenía los aposentos reales y de los huéspedes, las habitaciones del servicio, talleres, almacenes, y salas de recepción para las visitas oficiales.
Tras la muerte de Herodes una pequeña guardia romana se instaló en el lugar.
Flavio Josefo nos cuenta que uno de los primeros hechos acaecidos al comenzar el levantamiento contra Roma en el año 66 fue la conquista de Masada por los Sicarios, así llamados por el piñal curvo (“sica” en latín) que llevaban consigo, encabezados por Menajem ben Yehuda, el Galileo. El grupo de rebeldes que se encontraba en Masada era muy heterogéneo (esenios, samaritanos..). A ellos se sumaron los últimos rebeldes que salieron de Jerusalén después de su destrucción en al año 70; entre ellos Elazar ben Yair, quién asumió el mando de la fortaleza. Los rebeldes aprovecharon como vivienda el muro de casamatas y algunos de los palacios de la época de Herodes. Construyeron también sinagogas y baños rituales (mikvá) y mantuvieron en el lugar una vida comunitaria.
Así, Masada conquistada por los zelotes, se convertiría en enclave estratégico de la Revuelta judía contra Roma (66 a 73 d.C.); último bastión rebelde de Judea.
A sus pies acampó la X Legión Romana, llegada de Roma, al mando del gobernador Flavius Silva. Sitió la roca para lo cual construyó campamentos militares que rodearon la fortaleza. A lo largo de un año se desplegaron en su entorno más tropas romanas, junto con unidades auxiliares, sumando unos 8.000 soldados. Estos se instalaron en ocho campamentos, construyeron un baluarte (muro de circunvalación) y se propusieron conquistar Masada por medio de la construcción de una rampa de tierra reforzada por vigas de madera, sobre la falda natural de la ladera occidental.
Cuando los zelotes perdieron toda esperanza ante el avance de Roma prefirieron la muerte a la esclavitud, y así cuando finalmente las legiones asaltaron la fortaleza, en el año 73, sólo hallaron cadáveres y destrucción. Los 950 hombres, mujeres y niños, prefirieron el suicidio colectivo antes que la rendición a Roma. Éste fue el último capítulo de una rebelión que había alcanzado su punto álgido tres años antes con la destrucción de Jerusalén por las tropas de Tito.

QUMRAN

A pocos kilómetros al sur de Jericó, junto al Mar Muerto se halla el sitio arqueológico de Qumran, que debe su fama a los numerosos manuscritos descubiertos en sus cuevas entre 1947 y 1958, conocidos los “Rollos del Mar Muerto”. En el año 1947, un joven pastor beduino, buscando una cabra perdida, tiró una piedra en el interior de una cueva para comprobar si el animal estaba allí, pero en vez de escuchar un balido, oyó un ruido de vasija de barro rota. Así descubrió jarras llenas de pergaminos enrollados y escritos en una curiosa escritura. En realidad, se trataba de los textos más antiguos escritos en lengua hebrea y aramea, ya que se habrían redactado entre el siglo II a. C. y el siglo I d.C., y, por tanto, anteriores a los Textos Bíblicos
Muchas interpretaciones han surgido para explicar su existencia de este yacimiento arqueológico. Para unos, Qumran era un apeadero para caravanas fundado en el siglo VIII a. C y frecuentado por los viajeros que seguían la Ruta de la Sal desde Jerusalén a Arabia y el Cuerno de África. Otros expertos han sugerido que la localidad fue la residencia de verano de una rica familia de Jerusalen, o tal vez una fortaleza militar. Según otros es probable que Qumran fuera la Ciudad de la Sal, una de las seis localidades del desierto de Judea mencionada por Josué (15, 61-62).
Estudios arqueologicos han confirmado que el llugar estuvo habitado durante el periodo israelita y que fue albandonado tran la caida del Reino de Judá. Siendo habitado de forma continua por los esenios desde el siglo II a. C hasta que fue reprimida la Primera Revuelta Judia en 68 d. C. a excepción de un breve periodo que seguió a a un terremono que alcanzó al lugar en 31 a. C.
Esta extraña comunidad de hombres (calificada de secta), retirada en el desierto desde el siglo II a. C. para encontrar la pureza de la ley de Moisés. seguía normas de vida ascética y austera. Hostiles al clero de la época y a los «guar-dianes del Templo», los esenios se consideraban los últimos justos de Israel, escribas intransigentes, ofuscados por la pureza espiritual.
En cuanto a las referencias históricas, los esenios son citados por crónistas judios como Fidón de Alejandría y Flavio Josefo, siendo tambien mencionados por Plinio el Viejo. Según estos eminentes eruditos, la secta de los esenios, tenía unos 4.000 miembros dispersos por Palestina. Se oponian firmememtne a la helenización de la cultura judia y observaban escrupulosamente la Ley, vivimendo en casas comunales. Sólo los hombres podían entrar en ella y era necesario pasar por un periodod de prueba antes de ser admitido como un autentico miembro. Los nuevos adeptos donaban todas sus posesiones a la secta y tenían que entregar tambien cualquier ganancia posterior.
La entrada principal al asentamiento se encuentra en un promontorio que sobresale en dirección Este, hacia el Mar Muerto, se componía de una puerta que tenía una torre fortificada en las cercanías. Había otras dos entradas. La parte de atrás de las casas servián como muros defensivos que encerraban varios patios. Entre los edificios de la comunidad habia una enorme cocina con cinco chimeneas, un gran vestibulo, que se ha identificado como el refectorio, y una habitación más pequeña que contenía unos 100 objetos de barro (tarros, platos, jarras, vasos, tazas, cuencos y jarrones), un taller de alfarería, una gran sala de reuniones, que pudo haber sido usada como scriptorium, ya que se ha encontrado en ella una gran mesa para escribir y tres tinteros. Disponía de una sistema de abastecimiento de agua bastante sofisticado; el agua llegaba a los edificios por un acueducto que atravesaba el lugar y fluía hasta un depósito de decantación, donde era purificada y después canalizada hacia siete cisternas por medio de una serie de canales.

SÉFORIS (Zippori)

En la baja Galilea, a escasa distancia de Nazaret, se encuentra la “bella Séforis”, gran ciudad romana con teatro, mansiones patricias, baños rituales, dos acueductos que abastecían a sendas cisternas subterráneas, grandes avenidas -cardo y decumanus-, sinagoga y su pequeño castillo construido por los Cruzado. Sin embargo, es la riqueza y perfección de sus numerosos mosaicos, en especial el denominado «Mona Lisa de Galilea», los que hacen famoso a este yacimiento por poseer y conservar “in situ” los más bellos mosaicos de Israel.
Séforis fue fundada en la época helenista, aunque Zippori se menciona por primera vez durante el reinado de Alejandro Janaeus (103 a. C), pero fue bajo el Imperio Romano cuando adquirió su mayor prestigio. En el año 63 a.C, el país fue conquistado por el ejército romano bajo Pompeyo y Seforis fue llamada Diocaesarea “la ciudad del dios Zeus y de César”, y en el 55 a. C., Gabinio, gobernador de Siria, declaró Zippori la capital de la Galilea. Años más tarde, Herodes tomó la ciudad por la fuerza, y continuó siendo la capital de Galilea.
Después de su muerte en el siglo 4 a. C, los judíos se rebelaron contra los romanos y capturaron Zippori. Sin embargo, el ejército romano sofocó la rebelión; quemó la ciudad y vendió a sus habitantes judíos como esclavos. Posteriormente, Galilea pasó a manos de Antipas, hijo de Herodes, que reconstruyó y fortaleció Zippori.
En el año 66 estalló la Primera Gran Revuelta Judía, y la ciudad tomó partido por el emperador Vespasiano salvándose de las crueles represalias que otras ciudades padecieron. Tras la destrucción del Templo de Jerusalén por Tito en el 70, la ciudad atrajo a numerosos disidentes judios; se convirtió en residencia de los Jedaías, poderosa familia de sacerdotes. Su fama como centro cultural y religioso creció cuando el rabino Judá ha-Nasí (135-217) se trasladó allí hacia el 200, desde Bet Shearim. Durante 17 años, este gran líder religioso, dirigió los asuntos del Sanedrín y completó la redacción de la Mishna, las primeras leyes orales hebreas.
Zippori se menciona frecuentemente en el Talmud como una ciudad judía con diez y ocho sinagogas y un número de casas de estudio. Durante el período de la Mishná y el Talmud muchos sabios fijaron su residancia en Zippori, entre ellos el rabino Ḥalafta, Rabí Elazar Ben-Azariya y el rabino Yosef Ben-Ḥalafta. El Sanedrín se mantuvo al Zippori hasta la segunda mitad del siglo III, cuando se trasladó a Tiberíades
El emperador Constantino, en el 324, declaró el Cristianismo religión del Imperio Romano (fecha que marca el inicio de la época bizantina.). En 351 estalló una revuelta contra Galo César, gobernador de la provincia., que envió a su general, Aursecinus, para reprimir la revuelta, pero él no destruyó la ciudad. Fue el terremoto del año 363 el que dañó seriamente la ciudad, que fue reconstruida rápidamente. Mantuvo su carácter eminentemente judaico hasta el siglo VI, cuando una comunidad cristiana se asentó allí y Séforis se convirtió en Diócesis, sin embargo la mayoría de la población judia permaneció en la ciudad, que continuó prosperando hasta finales de la época bizantina, que con la invasión árabe entró en declive.
Los cruzados la llamaron Seroris, construyendo en el siglo XII un castillo y una iglesia dedicada a Sta. Ana y San Joaquín -que según la tradición nacieron y vivieron allí-. Desde aquí partió ejército cruzado el 3 de julio de 1187 en apoyo de la ciudad asediada de Tiberiades, sólo para ser vencido al día siguiente por Saladino en la Batalla de Hattin. Gracias a un tratado especial, en 1240 se permitió volver a la ciudad a los templarios, que permanecieron allí hasta que el sultán mameluco Baybars la conquistó en 1263.
El Castillo de Seforis se convirtió en la musulmana Safuriya y fue reconstruido por última vez por el hijo de Dahar el-Omar, el jeque beduino que trató de hacer de Galilea su feudo particular.

VALLE DEL CEDRÓN

Separando el Monte Moria del Monte de los Olivos se extiende la depresión del Valle del Cedrón, también se conocida como Valle de Josafat. Este rocoso y profundo valle ha sido usado desde siglos como lugar de enterramiento, y las que las tradiciones judía, musulmana y cristiana lo consideran el lugar del Juicio Final.
Aparte del cementerio musulmán en el Monte del Templo y los cementerios judíos del extremo meridional de la cresta del Monte de los Olivos, el rocoso valle también alberga espectaculares tumbas excavadas en la roca, que se remontan al siglo XVI a. C. y llegan hasta el siglo II, I a C y I d. de Cristo. Especial mención merecen: la Tumba de Absalom, de Beni Hazir, de Zacarías.

Tumba de Absalon. Quizás el más interesante de los cuatro es la Tumba de Absalom, el monumento funerario mejor conservado de Israel, una elegante obra arquitectónica compuesta de una base paralelepípeda, casi enteramente excavada en la roca en la que descansa, y un cimborrio bajo de mampostería que termina en una curiosa cubierta con la forma de una flor puesta boca abajo. Esta singular cúpula cóncava es el monumento funerario de la cámara mortuoria contenida en la base y, quizás también, de las ocho cámaras de la denominada Tumba de Josafat, el sepulcro del siglo I d.C. excavado en la roca situado tras la cúpula.

Tumba de Beni Hazir. La Tumba de Beni Hazir es la única de las cuatro de nombre correcto, ya que fue el sitio donde se enterraron algunos miembros de la poderosa familia de sacerdotes del Templo, los Beni Hazir. La fachada de este mausoleo muestra toda la pureza del estilo dórico. Sobre otro podio, tiene un par de columnas lisas excavadas en la roca que soportan el friso en el que están esculpidos los nombres de aquellos que están en la cámara mortuoria, un vestíbulo central excavado en la roca y flanqueado por lóculos que penetran unos 15 m en la roca.
Aunque es tradicionalmente considerado el lugar donde San Juan se refugió después de la crucifixión de Cristo, así como la tumba del mismo, data del periodo asmoneo, a mediados del siglo II a.C.

Tumba de Zacarías. Tallada en la roca, la monolítica Tumba de Zacarías es una piedra cúbica aislada, con sus cuatro caras expuestas decoradas con columnas jónicas y coronada por una pirámide de puntiagudo ápice. Algunos investigadores indican que este monumento funerario es el “nijesí” de las adyacentes tumbas de Beni Hazir; sin embargo descansa sobre su propia cámara funeraria subterránea, que fue excavada en la roca bajo los tres escalones de la base en un periodo que todavía no se ha identificado.  Ni las fuentes arqueológicas ni la tradición aportan solidez y unanimidad a cerca de su función. Según unos, como su nombre indica, es la tumba del profeta Zacarías que vivió en el siglo IV, pero según otros es la del padre de San Juan Bautista.




MONUMENTOS DE ISRAEL

BAR'AM

En la Alta Galilea, cerca de la frontera entre Israel y Líbano se hallan las ruinas de una impresionante sinagoga que se decía que había sido fundada por el famoso rabino Simeón Bar Yohai en el siglo IV. Lo que es más, según la tradición medieval en la ciudad están las tumbas de Esther y el profeta Abdías, pero los sitios exactos no han sido identificados.
La sinagoga estaba precedida por un pórtico soportado por ocho columnas con basas áticas, seis a lo largo de la fachada y una a cada lado. La fachada está orientada al sur, es decir, hacia Jerusalén. El tabernáculo que contenía los rollos de la Torá estaba orientado en la misma dirección. La fachada de la sinagoga tiene una puerta central, flanqueada por dos puertas más pequeñas. El dintel de la primera está decorado con una guirnalda redonda, originalmente soportada por dos victorias aladas que fueron deliberadamente eliminadas por los iconoclastas. Por encima, hay un friso convexo que representa retoños de parra emergiendo de un ánfora. A los lados del dintel, sobre el que hay una gran ventana en forma de arco, hay dos ménsulas en forma de doble voluta. Las puertas laterales son más sencillas y similares: el friso convexo de la izquierda está decorado con un motivo que imita una cuerda, mientras que el de la derecha tiene hojas de laurel. Encima de ambas puertas laterales hay una ventana rectangular, la de la izquierda aún conserva un dintel monolítico decorado con retoños de parra en relieve.  En el alféizar de la ventana izquierda, hay una inscripción en arameo que dice: «Construido por Elazar, el hijo de Judá». El suelo de la sala de oraciones está fabricado con bloques de piedra, la amplia nave estaba dividida en tres secciones por tres filas de columnas, dos longitudinales y otra transversal. No quedan restos del piso superior de la sinagoga, pero es evidente que la fachada terminaba en un tímpano y que el edificio presentaba un tejado de estructura a dos aguas.

LA CÚPULA DE LA ROCA

Dominando el centro de la Explanada del Templo (Haram es-Sharif) sobre el sagrado Monte Moria, se halla la Mezquita de la Cúpula de la Roca, también conocida erróneamente como la Mezquita de Ornar, que inaugura el arte omeya.
Qubbet es-Sakhra (o Cúpula de la Roca) es un ejemplo incomparable de la primera arquitectura religiosa islámica. Fue construida en la última década del siglo VII por orden del califa Abd el-Malik (686–691), para albergar una roca; aquella en la que según el Antiguo Testamento el patriarca Isaías estaba dispuesto a ofrecer en sacrificio a su hijo Isaac, y el lugar de la mística visita nocturna de Mahoma, cuyo caballo dejó allí la huella de uno de sus cascos.
La elección del lugar para la construcción de la Cúpula de la Roca encerraba todo tipo de propósitos: religiosos y políticos. El Monte Moria era sagrado para los judiós, allí levantó Salomón su Gran Templo, allí fue enterrado Adán (y en consecuencia es considerado el ombligo del mundo), allí se conmemoraba a Abrahan, pero sobre todo significaba el poder del Islán sobre judíos y cristianos, y a la vez que rivalizada con La Meca y la Caaba, convirtiéndose en centro de peregrinación.
Para su edificación eligió material de construcción romano y bizantino, y artesanos y peones sirios y griegos. La singular decisión del califa de confiar a no musulmanes la tarea de construir tan singular mezquita se debió probablemente a la falta de experiencia en construcción de los habitantes nómadas que acababan de abandonar sus tiendas del desierto para llevar una vida sedentaria.
De elegantes proporciones, este edificio presenta planta octogonal con cuatro puertas en los ejes cardinales, con dos deambulatorios concéntricos en torno a la “roca sagrada” y está coronado por una cúpula dorada, consistente en dos cúpulas concéntricas y superpuestas soportadas por nervaduras de madera y separadas entre sí por una pared doble rellena de corcho para aislar la suntuosa decoración de la bóveda del posible daño causado por las grandes diferencias de temperatura de Jerusalén.
A diferencia de la mezquita de al-Aqsa, que en todos los aspectos es un tradicional lugar de culto y oración, la Cúpula de la Roca es un edificio conmemorativo, un verdadero lugar de peregrinación, erigido para la conmemoración del Profeta.
Durante el breve periodo de dominio Cruzado, la mezquita se convirtió en el Templum Domini, de ahí el nombre de la orden de los Caballeros del Templo, pero ya en 1187, de nuevo en manos musulmanas, fue usada otra vez como mezquita con Saladino, que la hizo decorar ricamente con mármol y mosaicos. Más tarde, se continuó restaurando y decorando durante siglos, hasta la última modificación importante, cuando el rey Hussein de Jordania hizo dorar el domo en 1994.
Durante siglos, la Cúpula de la Roca ha permanecido prácticamente inalterada y ha mantenido su extraordinaria armonía de proporciones entre planta y alzado que hace de ella uno de los mejores ejemplos de arquitectura islámica.

IGLESIA DE SANTA ANA

Flanqueando la zona norte de la Explanada del Templo (Haram es-Aharif) se halla el pequeño barrio de Betesda, casi junto a la Puerta de San Esteban -inserto en el musulmán-, que contiene ruinas y monumentos extremadamente interesantes desde un punto de vista arqueológico y religioso, desde el área de la Piscina de Betesda hasta la adyacente Iglesia de Santa Ana, y conduce a la Vía Dolorosa.
Junto a la Piscina de Betesda se halla la Iglesia de Santa Ana, un bello edificio de puro estilo románico, que se considera la iglesia cruzada mejor preservada en Tierra Santa.
Su origen se remonta al periodo bizantino, cuando los restos de los baños romanos que ocupaban la piscina de Betesda fueron incorporados a una iglesia dedicada a la Virgen María, que fue destruida en el 614 por los persas. Reconstruida y destruida otra vez por el califa el-Hakim en 1099. Durante el periodo cruzado, las monjas Benedictinas construyeron un convento cerca de la zona de aquella basílica. En 1104, Balduino I, hermano de Godofredo de Bouillon y su sucesor al trono de Jerusalén, envió a su repudiada esposa a vivir allí. Gracias a las generosas donaciones del cruzado conquistador de Acre, las monjas pudieron construir una capilla en medio de la iglesia bizantina. Años más tarde, en el 1140,, la iglesia del convento fue reemplazada por la de Santa Ana. Dedicada a la madre de la Virgen María, pues según la tradición, cerca de ella estuvo la casa de los padres de María, Ana y Joaquín, y por lo tanto fue el lugar de su infancia.
Pronto se comprobó que el nuevo edificio era demasiado pequeño, y fue inmediatamente agrandado, desplazando la fachada siete metros hacia delante. En 1192, el sultán Salah ad-din (Saladino) transformó iglesia en una escuela musulmana de teología (madrasa), como muestra un epígrafe encima de la entrada, y ésta funcionó como tal hasta el periodo otomano. Posteriormente fue abandona y estaba prácticamente en ruinas cuando fue donada al gobierno francés y a los misioneros africanos (que aún la administran). Así, este bello edificio de puro estilo románico, que se considera la iglesia cruzada mejor preservada en Tierra Santa, fue restaurado inmediatamente, de forma que su austera fachada está totalmente intacta.

LA MEZQUITA DE AL-AQSA

Al-Aqsa la mayor mezquita de Jerusalén fue construida en las primeras décadas del siglo VIII, en el extremo meridional de la Explanada del Templo (Haram as-Sharif), quizás sobre el primer edificio religioso construido en el siglo VII por Omar, que usó las naves de una basílica bizantina, que a su vez había sido construida sobre ruinas herodianas.
La historia del edificio más sagrado del Islam es también la historia de destrucción causada por cuatro terremotos y muchas recontrucciones y restauraciones. En 780 el califa al-Mahdi añadió 15 naves a la mezquita, que fueron reducidas a las actuales siete en 1033 por el califa az-Zahir que reconstruyó la mezquita tal como la vemos hoy, con la característica cúpula negra (que en realidad es de un brillante color plateado cuando está limpia) que mira a la inmensa cúpula dorada de la Roca.
Los Cruzados ocuparon el Monte del Templo en 1099 reconvirtiendo todos los edificios de la explanada y usando la mezquita de al-Aqsa como residencia de los reyes del Reino Latino. Entonces se lo cedieron a los Caballeros Templarios -los últimos gobernantes católicos del Monte del Templo- que agrandaron la mezquita original, añadiendo tres naves centrales al porche y rodeándola de nuevos edificios. En 1187, Saladino al reconquistar la Explanada del Templo (Haram es-Sharif), rehabilitó la mezquita, decorándola con mármol y mosaicos especialmente el mihrab, así como un púlpito finamente tallado. El gran conquistador ayubí también convirtió el oratorio de Zacarias de los templarios, del que ha sobrevivido hasta nuestros días una ventana rosa, en lo que se conoce actualmente como el mihrab “Zakariyeh”.
Saladino decidió destruir los edificios que los templarios habían situado al oeste de la mezquita y utilizó el material de construcción para hacer otras estructuras en Haram es-Sharif y en el interior de la propia mezquita de al-Aqsa. No tocó el refectorio de los Caballeros Templarios, que recorría el muro meridional, actualmente una parte de este edificio está ocupado por dos naves de la mezquita de las mujeres y la otra por el Museo Islámico.
Desde 1249 los mamelucos que realizaron la mayoría de las más bellas obras arquitectónicas de la Jerusalén musulmana, hicieron obras de reconstrucción a ambos lados de la mezquita, añadiendo las crujías que recorrían los laterales del porche de los cruzados (1345-50). En el periodo Otomano, especialmente en la primera mitad del siglo XVI, bajo el mandato de Suleimán “el Magnífico”, se restauraron los mosaicos que decoran la cúpula, diseñados por Saladino y al comienzo de la Segunda Guerra Mundial los techos fueron decorados y se realizaron cambios substanciales. En particular, en 1938, las columnas originales de la mezquita fueron reemplazadas por otras de mármol de Carrara, que fueron donadas por Musolini, y algunas ventanas del periodo cruzado fueron agrandadas para dar más luz al santuario. El interior mide 90x60 m y puede albergar hasta 5.000 fieles en las siete naves, soportadas por columnas y pilares de piedra de diferentes épocas, desde las que datan del periodo Omeya hasta las columnas de mármol con capiteles corintios de antes de la Segunda Guerra Mundial, que soportan los arcos de la nave central, decorada con artesonados dorados.

EL MONTE DE LOS OLIVOS

Situado frente al Monte del Templo, y separado de él por el profundo Valle del Cedrón se halla el Monte de los Olivos, un lugar con connotaciones místicas desde la antigüedad; emplazamiento elegido por los israelitas para ubicar su morada eterna.
Usado por los Jebuseos como cementerio en el II milenio a.C, se menciona en la Biblia como el lugar donde David se refugió tras sobrevivir a la revuelta instigada contra él por Absalom. La presencia de enormes cementerios judíos en las laderas meridionales de la colina, junto con las tumbas de la ladera oeste del Valle del Cedrón que datan de los siglos I a.C al I d.C. atestiguan su valor espiritual.
Parece probable que la veneración cristiana de los lugares santos del Monte de los Olivos comenzara en el periodo inmediatamente posterior a los eventos relatados en los Evangelios. Y así sobre cada uno de los lugares testigos de la presencia de Jesús surgieron criptas, capillas y oratorios a lo largo de los primeros siglos del Cristianismo.
La época bizantina fue testigo de la construcción en las laderas del munte de un gran número de basílicas: La Iglesia de la Eleona o «del Olivar», una basílica parcialmente tallada en la roca, la Iglesia de la Asunción, fundada en el 378 en la cima de la colina, la Basílica de Getsemaní, al pie de la colina, entre los olivos centenarios –según la tradición testigos de la agonía de Cristo- construida por Teodosio I en el 385. En este mismo siglo, una cripta parcialmente excavada en la roca, de la cara norte de Getsemaní, fue identificada corno la tumba donde yació la Virgen María durante la Dormición, antes de su asunción al cielo, construyéndose una capilla bizantina.
Después, durante la invasión de los persas, la mayoría de los edificios cristianos sufrieron graves daños o fueron totalmente destruidos.
Tras la conquista de Jerusalén por parte de los Cruzados, ellos tambien dejaron su huella. La zona próxima al edículo de la Ascensión –considerada el lugar desde donde Cristo ascendió al cielo, 40 días después de su resurrección- fue nivelada para hacer sitio a una fortaleza.
La conquista de Jerusalén por Saladino afectó nuevamente al Monte de los Olivos. El sultán ayubí demolió la fortaleza cruzada, pero preservó el edículo de la Ascensión, que guardaba la huella dejada por Jesús, tambien venerada por los musulmanes convirtiéndola en mezquita.
Las tradiciones judía, musulmana y cristiana afirman que este es el lugar donde tendrá lugar la resurrección de los muertos y el Juicio Final.

MONTE DEL TEMPLO (Monte Moria)

Dominando Jerusalén se halla el Monte Moria o Monte del Templo; uno de los pocos lugares en el mundo que juega un papel central para las tres grandes religiones monoteístas. Combina su importancia religiosa con el extraordinario interés histórico, arqueológico y artístico que encierra.
El Monte Moria se mencionó por primera vez en la bíblica historia del sacrificio de Isaac. Las Sagradas Escrituras también cuentan que tras la unificación de Palestina hacia 1000 a.C., el rey David planeó construir en el lugar de la «piedra del sacrificio de Isaac» (la Sagrada Piedra de Abraham) un santuario digno del objeto más sagrado del Judaísmo, el Arca de la Alianza, testimonio del pacto divino hecho entre el pueblo judío y Dios.
El Primer Templo fue construido por el rey Salomón para sustituir al Tabernáculo como único centro de culto para el pueblo judío. En el espacio de siete años, construyó un vasto edificio rectangular en el medio de la extensa área excavada en la cúspide del Monte Moria.
La única fuente acerca de la forma y distribución del templo, así como del tamaño de sus salas es la Biblia, que describe sus tres secciones, que eran progresivamente más sagradas. La más interna y la más sagrada, albergaba el Arca de la Alianza y estaba flanqueada por un gran altar y un estanque para las abluciones rituales. El complejo original tenía 26,97 m de largo, 8,99 m de ancho y unos 13 m de alto. Este gran templo fue usado durante poco más de cuatro siglos, a los que siguió la dramática secuencia de destrucción y reconstrucción que caracteriza la historia del Templo del Monte.
El Templo de Salomón (el Primer Templo de Jerusalén, fue destruido en el 586 a. C. por Nabucodonosor II; quién además deportó a los miembros más importantes del pueblo hebreo a Babilonia. Tras su liberación, los judíos reconstruyeron un Templo, con grandes dificultades, mucho más modesto y sin el Arca, que fue completado durante el reinado del rey persa Darío I.
Herodes el Grande tras conquistar Jerusalén se propuso devolver al pueblo hebreo su gran templo, iniciando la construcción del Segundo Templo de Jerusalén, alrededor del año 20 a.C. Este proyecto se realizó a tan gran escala que continuó hasta mediados del siglo I de nuestra Era, cuando el Templo alcanzó su máximo esplendor. La gigantesca forma trapezoidal que concibió para la explanada se conserva hasta hoy.
Sin embargo en menos de un siglo aquella impresionante obra herodiana desapareció. Las tropas romanas al mando de Tito, sitiaron Jerusalén y arrasaron el Templo de Herodes en el año 70. Su único testigo es el Muro Occidental o Muro de las Lamentaciones.
Poco tiempo después el área ocupada por el magnífico Templo de Herodes “el Grande” fue consagrada por el emperador Adriano al culto de Júpiter. Con la llegada del Islam al frente del califa Omar, segundo sucesor del profeta Mahoma y el nuevo conquistador de Jerusalén (638 d.C.), el lugar adquirió una nueva connotación mística, pues los musulmanes creen que el Profeta fue allí durante su mística visita nocturna a Jerusalén antes de ascender a los cielos, convirtiéndose en un lugar sagrado para el Islam. Entre los siglos VII y VIII se construyeron en la explanada los edificios islámicos más importantes: la Cúpula de la Roca y la Mezquita de al-Aqsa.
Los Cruzados ocuparon el Monte del Templo en 1099, reconvirtiendo todos los edificios de la explanada y usando la mezquita de al-Aqsa como residencia de los reyes del Reino Latino. Que la cedieron a los Caballeros Templarios -los últimos gobernantes católicos del Monte del Templo-, que agrandaron la mezquita original. En 1187, Saladino reconquistó Haram es-Sharif (la Explanada del Templo) y la rehabilitó como mezquita y destruyó los edificios que los templarios habían situado al Oeste de la mezquita, utilizando el material de construcción para hacer otras estructuras en Haram es-Sharif y en el interior de la propia mezquita de al-Aqsa.
Desde entonces el Monte del Templo fue administrado por las diversas dinastías islámicas que gobernaron Tierra Santa, que gradualmente fueron añadiendo edificios de segundo orden y modificándolo. Los mamelucos a partir de 1249 realizaron la mayoría de las más bellas obras arquitectónicas de la Jerusalén musulmana, hasta la llegada de Suleiman “el Magnífico” en el siglo XVI quién amuralló los lados este y oeste de la explanada.
La Explanada del Templo es una área igualmente sagrada para las tres grandes religiones monoteístas. Vedado a los judíos ortodoxos porque lo consideran un lugar sagrado profanado, y que ostenta algunas de las creaciones más antiguas y bellas de arte islámico.

MURALLAS Y PUERTAS DE JERUSALÉN

A lo largo de los siglos las murallas de Jerusalén se han adaptado a la superficie de la ciudad. Los muros que protegían la ciudad original, fundada por los Jebuseos, datan de los siglos XVIll - XIX a.C. Fueron reconstruidos por el rey David cerca de la Colina de Ofel a principios del s. XII a. C y, poco tiempo después, el área del Monte Moria, donde el rey Salomón había decidido construir el Templo para albergar el arca sagrada, fue amurallada.
En la segunda mitad del s. VIII a. C, se construyeron muchas viviendas al oeste de las murallas para poder acoger a los numerosos refugiados judíos tras la invasión asiría. Pero cuando, en el 701 a.C., Senaquerib se convirtió en un serio peligro para la ciudad, se extendieron las murallas, cuadruplicando su longitud. Sin embargo, estas nuevas murallas fueron destruidas en el 586 a.C., durante la invasión de los babilonios bajo el mando de Nabucodonosor.
Las murallas permanecieron en ruinas hasta después del final del Cautiverio Babilónico porque los judíos, que fueron liberados por el emperador persa Ciro en el 539, no pudieron reconstruirlas hasta la época de Nehemías (445-443 a.C.), e incluso entonces, la reconstrucción fue sólo parcial. Después de otra ruinosa invasión por parte de Antíoco IV Epífanes en 167 a.C., Jerusalén pasó por un periodo de resurgimiento bajo el gobierno de los reyes asmoneos, expandiéndose al oeste y al norte rodeada por un muro defensivo que permanecería durante varias décadas.
Ni siquiera un infatigable constructor como Herodes el Grande, que conquistó Jerusalén en el 37 a.C., alteró la muralla, aunque Flavio Josefo afirmaba que había sido extendida por Herodes Agripa, al añadir un «tercer muro» hacia el norte. Hacia el 70 d.C, Tito destruyó las obras de fortificación, aunque respetó las torres Phasael, Hippicus y Mariamne, así como la sección occidental de la muralla, para defender a la guarnición romana. 65 años más tarde, Adriano terminó de destruir la ciudad, tan sistemáticamente que la nueva ciudad, Aelia Capitolina, que era bastante pequeña y cuyo acceso estaba prohibido a los judíos, no tenía ningún tipo de lortificación defensiva.
Jerusalén comenzó a crecer de nuevo a partir del 313 d.C., cuando el Edicto de Milán concedió libertad religiosa a los cristianos y los peregrinos comenzaron a viajar a la ciudad santa. A mediados del s. V d.C., la emperatriz Eudocia mandó construir una muralla rodeando el Monte Sión y la original Ciudad de David y, durante el s. VI d.C., la Jerusalén cristiana atravesó un largo periodo de prosperidad. Esta edad de oro empezó a declinar a principios del s. VIl d.C., debido a la destrucción llevada a cabo durante la conquista de los persas, seguida por un breve periodo de gobierno bizantino que finalizó en el 638 d.C., cuando la ciudad fue ocupada por el califa musulmán Ornar.
Como Jerusalén también era considerada por los musulmanes una «ciudad santa», los lugares sagrados siguieron siendo frecuentados por los peregrinos. Sin embargo, la población de la ciudad fue decreciendo gradualmente, hasta tal punto que, cuando el califa fatimita al-Aziz (975-996 d.C.) se dio cuenta de que el emperador bizantino, Juan Tzimisces, estaba a punto de conquistar la ciudad, simplemente abandonó el área amurallada y estableció Lina cabeza de puente en el sector norte de la ciudad.
En este periodo, la ciudad Antigua alcanzó aproximadamente lo que son sus dimensiones actuales. Se construyeron murallas alrededor de ella, que fueron destruidas y reconstruidas muchas veces hasta el reinado de Suleimán el Magnífico (1520-66 d.C.), que, como hemos visto, mandó construir las murallas que existen actualmente y, de acuerdo con las crónicas, incluso participó él mismo en las labores manuales de construcción. En 1537, el sultán comenzó la construcción de los muros, comenzando por la sección norte y, en los siguientes tres años, continuando hacia el este y el oeste. La sección sur fue acabada en 1540, ya que parece que hubo una singular disputa sobre si la nueva muralla debía rodear o no el Monte Sión, donde se encontraba la sala de los franciscanos donde se celebró la Ultima Cena (el Cenáculo). Los arquitectos musulmanes pidieron a los cenobitas cristianos que pagaran por la construcción de esta sección extra del muro, y como los frailes se negaron, el Monte Sión fue dejado fuera de las murallas. Como Suleimán había pretendido dar igual protección a todas las religiones, cuando supo que este lugar santo cristiano había sido excluido, hizo ejecutar a los arquitectos en el acto.
Las murallas de la ciudad están atravesadas por las seis puertas que Suleimán mandó construir originalmente: Jaffa, Sión, Basura, San Esteban, Herodes y la Puerta de Damasco. A las que hay que añadir la Puerta Dorada, que está clausurada y la Puerta Nueva («Bab el-Jadid» en árabe) que se abrió en el 1887 por el sultán otomano Abdul Hamid II como vía de acceso al Barrio Cristiano.
El dirigente otomano había diseñado todas las puertas con la misma forma: un alto arco cortado por un dintel recto o ligeramente curvo decorado con una inscripción árabe, con accesos en forma de “L”, por razones de defensa que han permanecido intactos sólo en algunos lugares. Suleiman también dio nombre a cada una de ellas, a lo largo de los siglos, las diferentes comunidades religiosas añadieron otros, de forma que la misma puerta puede tener hasta ocho nombres.

Puerta de Jaffa (Yafo). Fue construida por Suleimán entre 1538 y 1539 en el lugar donde había una puerta romana. En árabe se llama “Bab al Khalil”, la “Puerta del Amigo” en referencia a la ciudad de Hebrón (hacía donde está dirigida), de hecho el nombre árabe de Hebrón deriva de Abraham, o “amigo de Dios”. Contiene las tumbas de los arquitectos...
Esta puerta tiene dos accesos distintos. El original, en forma de L, corresponde a los peatones, mientras que la entrada recta destinada a los vehículos, fue construida en 1898 con ocasión de la visita del Kaiser alemén Guillermo II, con el fin de permitir la entrada de la carroza imperial a la Ciudad Santa.
Desde 1948, cuando estalló la guerra tras la fundación del estado de Israel, hasta 1967, cuando Jerusalén fue unificada bajo control israelí, la Puerta de Jaffa fue una vía de paso muy disputada que marco el límite entre Israel y Jordania.

Puerta de Sión. Se encuentra en el lado sur de la muralla, cerca del Monte Sión, donde se encuentra la Tumba del Rey David. Fue construida entre 1540 y 1541 al oeste de la puerta romana donde acababa de cardo máximo. La sección de muro en que se incorporó está puerta aún muestra signos de las furiosas batallas que tuvieron lugar en 1948 entre jordanos e israelíes.

Puerta de las Basuras. Situada en la sección meridional de la muralla, también fue construida durante el reinado de Suleimán, probablemente para actuar como una vía de acceso para el servicio, al ser más estrecha que las otras puertas.
Comunica directamente con la explanada del muro occidental (o de las Lamentaciones). Según la tradición judía, el día de su regreso, el Misias pasará por esta puerta.
El extraño nombre de esta puerta deriva del vertedero que hubo una vez en esta parte de la ciudad, mientras que su nombre árabe “Bab al Maghariba” o “puerta del Magreb” proviene del barrio de inmigrantes norteabricanos que se asentaron a las afueras en el siglo XII.
Fue ensanchada por los jordanos, quieren la usaron para el paso de vehículos desde 1947 hasta 1967 cuando la Puerta de Jaffa, situada en la frontera, no podía ser usada.

Puerta de San Esteban (o Puerta de los Leones). En el lado este del muro de la ciudad, fue construida entre 1538 y 1539 fue construida bajo el mandato del Sultán Suleimán, que la llamó «Bab al-Ghor» (Puerta de Jordania), un nombre que nunca se hizo muy popular. Por ella se accede al barrio musulmán y a la Vía Dolorosa.
Los cristianos la llamaron Puerta de San Esteban, el mismo nombre de una antigua puerta que estuvo situada en las cercanías. Tambien es conocida por el nombre de Puerta de los Leones, haciendo referencia a la figura heráldica de los emblemas que el sultán mameluco Baybars (1260-77) había hecho esculpir en los laterales de la puerta.
Su entrada original con forma en “L” fue enderezada por los ingleses durante el Mandato Británico para que los vehículos pudieran acceder fácilmente al hospital austríaco.

Puerta de Herodes. La Puerta de Herodes conocida en árabe como «Bab-ez-Zahr» o «Puerta Florida» es la más septentrional. Recibió este nombre a lo largo de los siglos XV1-XVII debido a que los peregrinos creyeron haber encontrado el palacio de Herodes Antipas en una casa mameluca adyacente. Su nombre está conectado con la creencia tradicional de que Jesús atravesó esta puerta cuando fue llevado ante Herodes.
Los cruzados construyeron su primera cabeza de puente aquí cuando conquistaron Jerusalén, el 15 de julio de 1099.

Puerta de Damasco. En el lado septentrional de la muralla, se encuentra la Puerta de Damasco, la mayor y más bella de Jerusalén. Fue construida sobre el lugar ocupado por aquella otra levantada por Herodes Agripa (41-44 d.C.) y después reconstruida por Adriano en el año 135, como entrada principal de la ciudad de Aelia Capitalina recién fundada por él.
La Puerta de Damasco está flanqueada por dos torres cuadradas y da acceso a lo que en el pasado fueron las dos calles principales de Jerusalén (las actuales Tariq el-Wad y Suq Khan ez-Zeit). En árabe, se llama «Bab al Amud» o «Puerta de la Columna», un nombre que deriva de la columna de la Iglesia de San Esteban, que está situada unos 198 m fuera de la muralla de la ciudad.
Un vasto sitio arqueológico fue descubierto bajo la calle actual, donde aún se pueden ver los restos de la puerta de Adriano.

Puerta Dorada. Situada dentro de la muralla, del lado Este del Monte del Templo, atisba el monte de los Olivos. Está cerrada con piedras desde hace siglos. Según la tradición bíblica, solo se reabrirá “al final de los tiempos”. Por ella entró Jesus el Domingo de Ramos. Los turcos la tapiaron.
La Puerta Dorada, fue cegada con ladrillos por Saladino, pues tradicionalmente se creía que el Mesías pasaria por ella para liberar Jerusalen, se sitúa en el lado este, a lo largo de la explanada del Monte del Templo. Tambien llamada la “Bella” o “la Puerta del Perdón” ha preservado su original estructura herodiana mejor que ninguna otra puerta de la ciudad. Fue construida sobre unos cimientos de la época herodiana, adquiriendo su aspecto actual en el siglo VII, durante el dominio de los Omeyas y fue cerrada cuando en el siglo VIII el acceso a la explanada fue prohibida a los no musulmanes.
Durante la presencia de los Cruzados en Jerusalén se abría dos veces al año: en el Domingo de Ramos y durante la fiesta de la Elevación de la Cruz, pero desde que los musulmanes reconquistaron la ciudad, la puerta no se ha vuelto a usar jamás.
Está compuesta por dos arcos, llamados respectivamente «Puerta del Perdón» y «Puerta de la Penitencia», nombres que derivan de la creencia en las tradiciones hebrea y musulmana de que la Puerta Dorada será cruzada por los justos el día del Juicio Final, mientras que la palabra «dorada» proviene de un error de interpretación por parte de los griegos, al confundir la palabra «horaia», o bonita, con el vocablo latino «áurea», o dorada.

MURO DE LAS LAMENTACIONES

Al pie de la explanada del Monte del Tempo se encuentra el Muro de las Lamentaciones o Muro Occidental, importantísimo lugar desde el punto de vista histórico y arqueológico, corazón del mundo judío.
Con el nombre de “Muro de las Lamentaciones” se designa un pequeño tramo del muro de contención occidental que construyó Herodes “el Grande” para reforzar y agrandar la explanada del Monte Moria, sobre la que construyera el Segundo Templo de Jerusalén; los ciclópeos bloques de la parte inferior del muro están coronados por otros bloques más pequeños, colocados allí durante los trabajos de restauración efectuados en los periodos mameluco y otomano.
En el veneran los judíos la memoria del lugar más sagrado para el pueblo hebreo, el Templo, destruido y reconstruido a lo largo de los siglos desde su edificación por Salomón, y definitivamente arrasado por el emperador romano, Tito, en el año 70 d. C.
La historia de este lugar por lo que se refiere al Judaísmo, comenzó inmediatamente después de la destrucción del Templo y continuó durante siglos, con una alternancia entre el permiso y la prohibición de rezar allí, dependiendo de quién gobernaba la Ciudad Santa. Esta situación terminó en 1967 cuando las tropas israelíes ocuparon el área y la restituyeron definitivamente como lugar de culto para los judíos. Posteriormente, durante la renovación del barrio judío, todos los edificios del llamado barrio del Magreb (la zona junto al muro), que estaban a medio metro del muro fueron demolidos creándose la actual plaza.
El carácter sagrado de este lugar proviene del hecho de que el Muro Occidental es el lugar accesible a los judíos más cercano al original emplazamiento del Gran Templo de Jerusalén, dado que tienen prohibida la entrada a la explanada del Monte del Templo por ser considerado un lugar profanado. Esto hace de este área una especia de sinagoga exterior, usada por los judíos prácticamente de Jerusalén y de la diáspora, que procedentes de todo el mundo llegan en peregrinación a su “santo lugar”.
Como en el caso de las sinagogas, el lugar sólo es accesible a los fieles con la cabezas cubiertas, hay zonas separadas para hombres y mujeres
Los enormes bloques de piedra de la época de herodiana que componen el muro, en cuyas grietas los fieles ponen notas con oraciones y votos, son también lugar para el Bar-mizwab, la ceremonia para los adolescentes, que a los trece (12 para las niñas) asumen todas las responsabilidades religiosas y se unen a la comunidad.

PISCINA DE BETESDA

Flanqueando la zona norte de la Explanada del Templo (Haram es-Aharif) se halla el pequeño barrio de Betesda, casi junto a la Puerta de San Esteban -inserto en el barrio musulmán-, que contiene ruinas y monumentos extremadamente interesantes desde un punto de vista arqueológico y religioso, desde el área de la Piscina de Betesda hasta la adyacente Iglesia de Santa Ana, y conduce a la Vía Dolorosa.
La Piscina de Betesda recibió su nombre de la cercana Puerta de la Oveja (también conocida como el Estanque Probático, aludiendo a los baños para purificar las ovejas antes de sacrificarlas). En el próspero periodo inmediatamente anterior al Cautiverio de Babilonia, al nordeste de los muros del Monte del Templo, se talló una piscina en la roca para recoger agua de lluvia para el sagrado recinto, En la época helénica, esta cisterna estaba flanqueada por otra que, posteriormente, se unió a la primera para formar la gran piscina que se ve actualmente. Su existencia perduró bajo el periodo hasmoneo, alcanzando su punto más bajo. Durante la época de Herodes “el Grande” la piscina fue reemplazada como fuente de agua por otra nueva excavada cerca del Templo, pero la Piscina de Betesda conservó su función ritual.
El Evangelio según San Juan menciona la Piscina de Betesda, «cerca del mercado de ovejas», como el lugar donde Jesús curó al paralítico, lo que hizo aumentar su reputación de piscina milagrosa, y pronto se convirtió en lugar de peregrinación. En tiempos de Adriano, las piscinas gemelas fueron cubiertas y usadas como baños públicos, cerca de las que se construyó un templo dedicado al dios de la medicina, Asclepio.
Bajo el periodo bizantino los restos de los baños fueron incorporados a una iglesia dedicada a la Virgen María, que fue destruida en el 614 por los persas. Reconstruida y destruida otra vez por el califa el-Hakim en 1099.

SANTO SEPULCRO

El edificio del Santo Sepulcro, se ve actualmente, incluye lugares sagrados, que constituyen el corazón de la religión cristiana: el área circular del Anastasis es decir, la tumba de Jesús, que simboliza la Resurrección y el Calvario, donde fue crucificado.
Tal como dice el Nuevo Testamento, en vida de Jesús ambos lugares estaban fuera de los muros de la ciudad, en la cima de una roca cuya forma, aridez y funciones le valieron el nombre de Gólgota, «calavera», y pasaron a formar parte de la ciudad en tiempos de Herodes Agripa, unos 20 años después de la resurrección de Cristo.
Eusebio de Cesárea (siglo IV), fundador de la Historiografía Eclesiástica, nos relata en su obra la Historia de la Iglesia desde los apóstoles (historia conocida como “Hechos de los Apóstoles”) hasta sus días, pero fue la madre del emperador Constantino, Helena, quien identificó las Estaciones de la Vía Dolorosa hasta el Sepulcro, que fue sacado a la luz junto con la roca del Gólgota cortando el terraplén del Templo de Venus que Adriano había hecho construir precisamente sobre el lugar.
La tumba de Jesús fue aislada del risco que la rodeaba y encerrada en un edículo rematado por una cúpula y conectado a una basílica de cinco naves cubierta por un tejado a dos aguas, el Martyrion, que fue consagrado en el 335.
Esta primera basílica bizantina fue destruida en el año 614 por los persas, que se encargaron de destruir la mayor parte de las edificaciones llevadas a cabo bajo el emperador Constantino.
Iniciados los trabajos de reconstrucción, se abandonó la idea de la planta basilical para darle una distribución asimétrica, con el fin de que el complejo arquitectónico incluyera el Anastasis y el Calvario. En el siglo XI, la basílica fue definitivamente demolida por el califa fatimi el-Kakim, en el año 1009. Treinta años después de inició una reconstrucción parcial, pero se necesitaron otros sesenta años antes de que los Cruzados pudieran construir la gran iglesia románica que, en su mayor parte, ha sobrevivido hasta hoy.
Después de restaurar la cúpula (lo que se ve actualmente es el resultado de la reconstrucción del siglo XVIIl), el exterior se dejó prácticamente intacto hasta 1808, cuando la Rotonda (Anastasis) fue destruida por el fuego. Los griegos ortodoxos que se encargaron de la reconstrucción efectuaron en el austero interior románico unos cambios que prácticamente borraron todas las trazas de la construcción cruzada, incluyendo las tumbas de los reyes cristianos, que estaban originalmente situadas bajo la roca del Calvario.
Desde 1959 las comunidades religiosas al cargo de las diversas partes del Santo Sepulcro lo han ido renovando. Actualmente el edificio está dirigido por seis comunidades religiosas que cuidan separadamente de las secciones que están bajo su jurisdicción, trabajando juntas en las áreas comunes. Las comunidades con las porciones mayores de Santo Sepulcro son la Iglesia Griega Ortodoxa, la Latina y la Armenia, mientras que la Etiope y la Copta juegan un papel secundario en su administración. Sorprendentemente, incluso los musulmanes comparten responsabilidades, guardan las llaves de la iglesia.
Dentro de la Basílica del Santo Sepulcro están las cinco últimas Estaciones del Vía Crucis, desde la 10º a la 15º, siendo la última la tumba de Cristo.

TORRE DE DAVID (Ciudadela)

La “Torre de David” es una Ciudadela con más de 2000 años de historia, que se halla en el corazón de Jerusalén, junto a la Puerta de Yafo, lugar donde se encuentran la Ciudad Viaje con la Nueva.
La Ciudadela, denominada “Torre de David” dominaba Jerusalén desde el punto más elevado de la zona. Ya desde el siglo II a. C este lugar fue asentamiento israelita rodeado por una muralla defensiva. Dada la importancia defensiva de la Ciudadela, todos los sucesivos gobernantes de la ciudad se preocuparon de fortificarla y reconstruirla, en un intento de superar a sus predecesores y aumentar su prestigio.
Con su victoria sobre los sucesores de Alejandro Mango, Judá, el más famoso de los hijos de la familia de los Macabeos, fundo en el siglo II a. C. la dinastía de los reyes hasmoneos. Este fue un periodo de prosperidad y florecimiento que se manifestó entre otras cosas en ambiciosos proyectos de construcción en Jerusalén, la capital del reino. Los edificios más antiguos de este período, construidos en bloques de piedra tallada de impresionantes dimensiones, son los restos de la muralla y dos torres que constituían, al parecer, el límite oeste de la ciudad en aquellos días. En el año 132 a. C. la ciudadela fue sitiada por Antioco IV. El rey Herodes “el Grande” en el 66 d. C. dejó su huella en la Ciudadela, fortificándole con tres gigantescas torres: Fasael, Hippicus y Mariamne. El final de su reinado, en el año 4 d. C, marcó el comienzo de un periodo de luchas intestinas y revueltas, que provocaron entre otras cosas la destrucción de la ciudad. Este e la época en que actuó Jesús de Nazaret, la época de la rebelión judía contra Roma y del arrasamiento de la ciudad y del Segundo Templo por las legiones romanas.
Durante la Primera Rebelión Judía las legiones romanas al mando de Tito atacaron e incendiaron la Ciudadela, usando la fortificación como campamento para la X legión. Más tarde, en el año 135 el emperador Adriano destruyó sus grandes torres.
Roma cedió su lugar a Bizancio, y Jerusalén se convirtió en un foco de atracción para los peregrinos cristianos. Parece ser que en esa época la Ciudadela dejó de ser una fortificación militar exclusivamente, y en parte de ellas se alojaron ordenes monacales. Los gobernantes bizantinos reforzaron y reconstruyeron las murallas de la Ciudadela.
Tras el Imperio Bizantino, Jerusalén fue gobernada por los árabes, que ocuparon la ciudad en el año 638 y la dominaron durante 460 años. Los gobernantes árabes construyeron una Ciudadela más pequeña con una torre redonda, cuyos restos son visibles hasta hoy, en el patio interior
Desde el año 1118 la Ciudadela sirvió de sede a los reyes de la Jerusalén Cruzada, que hasta entonces habían residido en la mezquita al-Aksa. Los cruzados reconstruyeron la fortaleza, compuesta de torres con un gran número de troneras interconectadas por murallas, alrededor de un gran patio interior. Estaba circundada por un profundo foso, que era uno de los elementos defensivos de la época, atravesado por un puente levadizo de madera. Fue la única fortificación que quedó en Jerusalén después del periodo Cruzado. En el XIII, los mamelucos la destruyeron y posteriormente construyeron nuevas fortificaciones en sucesivas etapas.
Pero la Ciudadela que vemos hoy no es la de Herodes, ni Omeyas, ni Cruzados, ni Ayubies, sino que es fruto de la iniciativa de los gobernantes mamelucos.
Los mamelucos restauraron la Ciudadela en el año 1310. Fue el sultán Naser Muhammad Ibn-Khaloun fue quien dio a la Ciudadela su forma actual. Durante ese período se hallaba en la Ciudadela una reducida guarnición militar. En el siglo XVI los otomanos reconstruyeron y repararon la Ciudadela. Suleiman “el Magnífico” construyó el hermoso portón de entrada en el lado este. Los turcos construyeron aquí una mezquita, cuyo minarete se alza en el lado oeste de la Ciudadela y forma la silueta tan característica de la “Torre de David”. Durante el periodo del desmoronamiento de Imperio Otomano la Ciudadela todavía servía como cuartel militar, aunque su estado era deplorable. Cuando el emperador alemán Guillermo II visitó Jerusalén en 1898 se ordenó tapar el foso y derribar la muralla que conectaba la Ciudadela con la Puerta de Yafo para permitir al distinguido visitante y a su comitiva entrar a la ciudad en sus cabalgaduras, con lo que finalizó definitivamente todo uso militar.

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